Es mucho más que el clásico de un país y no es apenas un partido de fútbol, es un duelo con aires políticos en España, un choque de valores, dos formas de entender el juego. También allí hay una grieta. Como esa zanja social abierta entre los pueblos de América Latina, una abismal rajadura separa al Real Madrid del Barcelona. Dos estilos convertidos en antípodas, el empuje frente al buen gusto, el ganar y ganar contra el ganar y gustar, el Madrid es sexo, el Barça es sexo con amor… Y en ese permanente contrapunto han puesto al mundo en pugna. No hay neutrales en esto, todos elegimos al Madrid o al Barça. Ambos representan tópicos que adoramos o aborrecemos. Sin tanto marketing como la Premier ni tanta organización como la Bundesliga, el fútbol español ha entronizado un producto de consumo masivo universal, como el café o la gasolina. En Asia, en África, en América, cientos de millones seguirán nerviosamente por TV las incidencias, se ubicarán en uno de los bandos, gritarán los goles. Y todas las veces que se puedan enfrentar, bienvenidas: por Liga, por Copa del Rey, por Champions.