“Un estadio vacío es un esqueleto de multitud”, escribió Mario Benedetti. Eso fueron los coliseos de Guangzhou, Shanghái, Pekín, Tianjin, Qingdao… Fantasmales todos, silenciosos, apenas el viento estaba conversador. El viernes 21 debía iniciarse la temporada 2020 de la creciente Superliga China de fútbol, cada vez más prestigiada de figuras, pero el juego estuvo ausente. La Asociación China suspendió indefinidamente toda actividad debido al azote del coronavirus, que ya se ha cobrado casi 2500 vidas según el último reporte de la Organización Mundial de la Salud (ciudadanos chinos que llegan de allá duplican como mínimo esa cifra).