Cada vez que Emelec y Barcelona piden cotización por un futbolista con rodaje, o una promesa, se habla de millones de dólares. Es el resultado de la inflación futbolera que inauguró en el país un pintoresco personaje desde 1990. Hoy, en algunos clubes, se pagan sueldos europeos por jugadores extranjeros que pintaban como estrellas del futuro y por quienes se pagó algún dinerillo por su ficha en ciertos equipos grandes. Nunca llegaron a jugar por esos clubes y desaparecieron en el anonimato hasta que arribaron a nuestro país. El periodismo subordinado los llenó de elogios y los dirigentes derrocharon dinero en mediocridades con pujos de cracks.