Fue en la misma noche. Una europea, otra argentina. En la de allá, Dybala salvó a la Juventus de una bochornosa derrota en casa ante el Lokomotiv; faltaba poco y la revirtió con dos golazos: 2-1. Agüero aportó un doblete en la goleada del Manchester City al Atalanta; Icardi anotó también doble en el 5-0 del PSG sobre el Brujas. Y Erik Lamela sumó su golcito a los de Kane y Son en el Tottenham 5 - Estrella Roja 1. Protagonismo y 7 goles argentinos de los 30 de la fecha de Champions, un 23%. Significa que el futbolista argentino puede jugar bien al fútbol, sobre todo ofensivamente. Y en cualquier latitud. Un par de horas más tarde, en Buenos Aires, Boca y River se jugaban el pase a la final y volvieron a protagonizar un choque áspero, rústico, carente de juego y, por ende, de su principal atractivo. Un fútbol ordinario, de guerrillas, cada intento del rival es cortado de raíz. Los únicos verbos que ambos conjugan son presionar, cortar, impedir, evitar, abortar, tronchar, rechazar. Ya son demasiados partidos así.