Es la gran fiesta del fútbol. Su influencia rebasó las fronteras de la ciudad. Se vive intensamente en cada rincón del país y en todo sitio del planeta donde hayan emigrado nuestros compatriotas. El Clásico del Astillero ha sobrevivido a las campañas de los interesados en negar su condición nacional, a las intenciones de crear clásicos nuevos y a la perversa influencia de las llamadas ‘barras’, pandillas de violentos que solo buscan crear el caos, cobijados en banderas de odio que no representan el auténtico sentimiento del hincha.