“Si me juzgaran solamente como futbolista, eso no cubriría más que quince o veinte años de mi vida y eso me parece demasiado limitado. Mi talento futbolístico me lo dio Dios. Yo no tuve que hacer nada para conseguirlo. Eso significó que jugué un poco e hice exactamente lo que deseaba. Mientras otros decían: Me voy a trabajar, yo me iba a jugar al fútbol. Esa suerte tuve. Por eso, las demás cosas que hice en la vida tienen más peso para mí”. La definición, descarnada como todas sus confesiones, forma parte de 14. La autobiografía, el libro póstumo de Johan Cruyff, quien comparte el podio de los dos holandeses más célebres de la historia junto con Vincent van Gogh.