Caliente superclásico de América. A la altura de las camisetas en rivalidad, en pasión, acaso en fragor. Para darle a esta híbrida Copa unas gotas de glamour y de pimienta, de ángel y de polémica al menos. Al menos una jornada a estadio lleno, con pasión en las tribunas y expectativa general. Discretito en juego. Y contra toda la lógica, ese tibio fortalecimiento de imagen está más relacionada con Argentina que con Brasil. Argentina llegaba apaleada por la crítica, sin embargo se mostró plena de personalidad, dejando buenas sensaciones de cara al futuro; tal vez el año próximo esté para pelear el título en mejores condiciones que estas.