El 2-0 sobre Argentina en Bahía, más que el debut en la Copa América, es la partida de nacimiento de una nueva Selección Colombia. Con los mismos jugadores, pero con otro sello, el de Queiroz. El triunfo, más contundente en el juego y en la actitud que en el resultado, mostró claramente una nueva versión. Una Colombia agresiva, intensa, dinámica, fuerte física y anímicamente, con enorme despliegue, temperamento y decisión para presionar, anticipar, correr, ahogar al rival y luego, en la medida en que recuperaba y podía, jugar. Menos amor por la pelota, más velocidad y energía. Rápida para hacer la transición defensa-ataque. Por momentos pareció el Liverpool del 4-0 sobre el Barcelona. Todos metiendo, todos luchando, llegando antes que el rival (le interceptó casi todos los pases hacia adelante), metiendo firme la pierna. Es un tipo de fútbol muy en boga en Europa, el mismo que le permitió a Jurgen Klopp alcanzar dos finales de Champions. Lo habíamos dicho en Twitter el domingo anterior: la forma en que Colombia había goleado a Perú 3-0 en Lima debía ser necesariamente muy inquietante para Argentina.