Cuentan que todos los cuadros del maestro Oswaldo Guayasamín dejaban un mensaje de dolor. Era para que las miradas se vuelvan más condescendientes ante el sufrimiento cotidiano de los pueblos de las laderas, de los páramos, de los humildes. El pintor ecuatoriano siempre repetía: “Mi pintura es para herir, arañar y golpear en el corazón de la gente”. La pintura de Guayasamín, a veces despiadada, mostraba a los desamparados de la sociedad ecuatoriana, a los de infancia pobre pero que pueden sonreír en la escasez material, porque aunque sus vidas están colmadas de angustias mustias sus espíritus están plenos de fe.