¡Reaparece Aníbal Cibeyra, rey de los goles olímpicos en Emelec! ‘Como a Diego Maradona me trataba la hinchada azul porque a Barcelona SC lo dejé marcado para siempre’, cuenta el ‘Loco’

Por increíble que hoy parezca, pese al terremoto futbolero que causó en Ecuador, en 1980 Aníbal Cibeyra se fue del país prácticamente en el anonimato. Dos años antes del frío adiós, el puntero argentino tuvo un cálido recibimiento en Guayaquil, donde lo esperaban los periodistas y fotógrafos que el 8 de marzo de 1978 cubrieron su llegada. Cibeyra vino como parte de un novedoso trío de refuerzos argentinos contratados por Emelec, junto al defensa Carlos Trullet y al volante Antonio Sacconi. La marcha del héroe eléctrico no tuvo ninguna repercusión mediática porque cuando se despidió era jugador del Everest. Con ausencia de cámaras, luces, y grabadoras Cibeyra arribó casi de manera furtiva al antiguo aeropuerto Simón Bolívar. Desde ahí despegó la aeronave que lo trasladó rumbo a Buenos Aires, sin percatarse el nacido en un pequeño pueblo llamado Santos Lugares que se iba envuelto para siempre por el manto sagrado de la leyenda.Camino al medio siglo de haber cometido la mayor de sus locuras, de hacer lo que nadie jamás se atrevió a realizar, es válido comparar las circunstancias de la marcha del Astillero del expuntero con lo que escribió sobre Gabriel García Márquez el narrador y periodista Tomás Eloy Martínez, célebre compatriota de Cibeyra: “Él iba cubierto por una gloria que desde entonces sería como su segunda piel”. Que en el fútbol la historia también la pueden protagonizar con autoridad y brillantez los que no ganaron títulos es algo que ratificó el inolvidable Loco , que no necesitó de trofeos para convertirse en un personaje querido y eterno en Emelec –en apenas una temporada como millonario– y en el balompié nacional.Fue un asombroso suceso, ocurrido por triplicado, el que transformó al popular Cibeyra en una especie de jugador de culto porque como ocurre con el cine de ese tipo, el atacante diestro también era poco convencional, transgresor. El libro Guinness de Récords Mundiales tiene una deuda pendiente con Cibeyra porque la fantástica e irrompible marca que implantó, siendo figura de Emelec, todavía no ha sido incluida en sus registros oficiales. Nunca antes, ni tampoco después, un futbolista fue capaz de ejecutar una obra de dimensiones parecidas a la que ha perpetuado al Loco Cibeyra en el recuerdo. El exatacante de River Plate, Boca Juniors y de la selección juvenil argentina, campeona del Sudamericano de Paraguaya 1967, anotó como emelecista un triplete de goles olímpicos en tres versiones distintas del Clásico del Astillero. ¡Qué locura! El insólito verdugo de Barcelona SC, el implacable francotirador que se apostaba junto al banderín del tiro de esquina, dejó atónito al país con su máxima muestra de genial locura. El que seguramente es el hecho más anecdótico en la historia del clásico ecuatoriano tuvo su capítulo inicial el 9 de julio de 1978: Cibeyra sorprendió con un gol olímpico al arquero uruguayo Gerardo Rodríguez y Emelec venció 2-1 . Luego, el 17 de septiembre, la víctima del Loco fue Enrique Chino Aguirre, en la derrota azul 2-1. El 19 de noviembre de 1978 el público de Emelec saltó de sus asientos y hubo una explosión de júbilo que sacudió a todo Guayaquil: ¡Cibeyra anotó su tercer tanto olímpico! El portero Rodríguez, angustiado, solo vio la comba que dibujó el balón al entrar a la puerta canaria: Emelec se impuso 1-0. Desde un minúsculo rincón de la cancha del estadio Modelo, desde un córner recóndito, desde una reducida demarcación, Cibeyra se coló en la eternidad deportiva. A Carlos Horacio Miori EL UNIVERSO le preguntó en el 2015 cómo su viejo compañero en Emelec pudo hacer tres goles olímpicos. “Simple, Cibeyra estaba loco”, contestó el Bombillo Miori, que causaba daño por la banda izquierda mientras su socio hacía del sector derecho un manicomio. Sin pistas de Cibeyra tras sus dos campañas en Everest (1979 y 1980), vuelve desde el fondo de la historia para recordar su breve pero cataclísmico paso por el club millonario. A través de videoconferencia, el Loco conversó con este Diario. ¿Volvió alguna vez a Ecuador desde que se fue? No volví nunca, desgraciadamente. Siempre tuve unas ganas bárbaras de regresar a Guayaquil, pero por alguna razón las cosas no dieron, se complicaban. Siempre me escriben desde Ecuador, me llaman. ¿Qué hizo después marcharse del país? Me retiré (a los 31 años de edad). No hice nada que tuviera que ver con el fútbol. Al volver a Argentina me dediqué a cuidar abuelos (personas mayores) en los primeros meses de 1981. ¿Sabe por qué Emelec no lo retuvo luego de 1978? Yo tuve esa racha de los goles olímpicos, anduve muy bien y quisieron que me quedara en Emelec. Pero apareció el presidente del Everest, me dijo que quería salir campeón y me hizo una oferta. Yo le aseguré que con el paraguayo (Miguel Adolfo Flaco ) López, que jugaba arriba, lo seríamos. Pero después me cansé del fútbol, de viajes en aviones, de las concentraciones. Volví muy cansado a Argentina. Me sugirieron que me inscribiera en el curso (en la AFA) y que me graduara de director técnico, pero no quise hacerlo. Al finalizar 1980 yo ya no quería saber nada del fútbol. Por eso me fui de Ecuador y retorné a Buenos Aires. Su arranque en Emelec fue complicado. Usted peleaba la titularidad con Benigno S’Tomer. Físicamente no llegué bien a Guayaquil. Estaba medio gordo y no podía bajar de peso, era medio vago. Después (el entrenador Guillermo César) Reynoso me hizo esta recomendación: ‘Cibeyra, a ver si te pones bien porque de jugar al fútbol no te puedes haber olvidado’. Empecé a entrenar a fondo, mejoré, me quedé con la titularidad y llegaron las anotaciones. Luego, cada vez que iba a cobrar un tiro de esquina, todo mundo en los estadios empezaba a gritar: ¡Gooool! Usted pronto conformó, en la tercera fecha del torneo de 1978, una sociedad con Lupo Quiñónez, al quitarle el invicto a Liga de Portoviejo. La fórmula era centro suyo y gol del Tanque de Muisne . De Lupo tengo muy buenos recuerdos. Era muy buena persona. Yo lo quería mucho y recuerdo que hizo muchos goles de cabeza gracias a mis centros. Quisiera saber cómo le va en la vida. Tampoco me olvido de (Carlos) Torres Garcés, de Juan Carlos Gómez, y de todos los muchachos de Emelec que fueron mis compañeros. Solo tengo palabras de agradecimiento para ellos. ¿Y cómo fue posible la locura de los tres goles olímpicos a Barcelona SC? ¡Eso fue lo más lindo! Luego de marcar el tercer gol olímpico yo no podía salir a las calles de Guayaquil. La gente me rodeaba a donde fuera. Me regalaron un reloj de oro porque un comerciante de la Bahía me prometió que si anotaba por tercera vez podía presentarme en su local y escoger el reloj que quisiera. ¡Me cumplió! En la Bahía hice muchos amigos. ¿Ensayaba los tiros desde el córner con Eduardo Ñato García, en las prácticas? No, yo no entrenaba nada de eso con el Ñato, solo le pegaba al revés (con la derecha desde el córner izquierdo). El Ñato era una persona sensacional. Él me decía que no me fuera de Guayaquil, que abriera un restaurante, como después lo hizo él. Me arrepiento de haberme ido. Debí quedarme a vivir allá. ¿No lo querían matar los arqueros de Barcelona SC por los goles olímpicos que les hizo (dos a Gerardo Rodríguez y uno a Enrique Aguirre)? Cuando hice el tercero de los olímpicos (19 de noviembre de 1978, en el último Clásico del Astillero de la temporada) como entrenador de Barcelona estaba el Chueco Marcos Calderón. El peruano me pidió antes del partido: ‘Cibeyra, no me vayas a hacer un gol olímpico que me muero’. Esa noche todos los jugadores barcelonistas iban (a marcar) en el primer palo cuando yo cobraba un córner, pero en el intento correcto les metí la pelota por el segundo. Ese fue el gol que más grité. Corrí como loco por todo el estadio Modelo. Barcelona quedó marcado para siempre con mis goles olímpicos. En las fotos de la época se comprueba que los emocionaron mucho los tres goles olímpicos que le hizo a Barcelona SC. ¡Sí! Fue una gran satisfacción por tratarse del tradicional rival de Emelec. Era como hacerle goles a Boca siendo de River, o viceversa. Ese enorme orgullo es lo único que le puedo legar a mi hijo. Definitivamente sus goles olímpicos no fueron casuales. Un solo gol olímpico se puede creer que es casual. Dos, que es suerte, pero hice tres y eso ya no era normal. Todos decían que tenía alguna condición especial. Yo solo sé que salía corriendo alrededor de la cancha gritando cada uno de mis goles y que la hinchada emelecista enloquecía. Yo cobraba todos los tiros de esquina en Emelec y los tiraba de los dos lados. Perfeccioné el disparo combado: apuntaba al ángulo y le daba fuerte a la pelota. La trilogía de goles olímpicos lo transformaron a usted un ídolo en Emelec, es un personaje mítico, pero ¿cómo lo trató la hinchada torera por ese castigo especial a su equipo? Cuando andaba por las calles de Guayaquil, aunque no hay comparación, parecía que yo era Diego Maradona para los emelecistas. La gente me volvía loco con elogios, pedido de autógrafos, saludos y otras muestras de cariño. En cambio, lo hinchas de Barcelona me querían matar, pero eran buenas personas. Una noche me arrestaron al salir de un casino y justo el agente que me detuvo me advirtió que él era barcelonista y que por haberle hecho tres goles olímpicos a su equipo me llevaba preso. Didí, que lo dirigió en River Plate, era un maestro en pegarle a la pelota, especialmente al cobrar tiros libes. ¿Él le enseñó a marcar goles olímpicos? El brasileño Didí fue uno de los mejores técnicos que tuve. ¡Era un fuera de serie, le pegaba a la pelota como los dioses! En los entrenamientos Didí no fallaba tiros libres. Me enseñó a acomodar el pie para pegarle al balón, pero no un método para marcar goles olímpicos. Didí me decía que había visto dos punteros derechos excelentes, fuera de Garrincha, que era un genio: el peruano (Juan José) Muñante y yo. En Ecuador hasta los que no lo vieron jugar saben de los tres goles olímpicos de Cibeyra a Barcelona SC, en tres clásicos diferentes. Eso sucede porque nadie más hizo algo así. Mis tres goles olímpicos son un récord mundial. ¿Le pudo enseñar a alguno de sus compañeros de Emelec a cobrar los tiros de esquina para que intentaran hacer goles olímpicos? No, porque se les hacía difícil. Me decían: ‘Cibeyra, yo no puedo pegarle como tú lo haces’. Lo mío un don, algo natural que tuve en la vida: hacer goles olímpicos. Dios me dio eso. ¿Cuándo se animará a regresar a Guayaquil? Ojalá pueda ir allá antes de morirme, volver sería una satisfacción muy grande. Ecuador es mi segunda patria. Es el país, entre los que jugué (también estuvo en México y Colombia), que más quiero después de Argentina. Yo recorrí todo el mundo, pero los momentos que pasé en Ecuador fueron los más felices de mi vida. Me habría gustado estar en Guayaquil para celebrar los 90 años de Emelec (festejados el 28 de abril del 2019). Ojalá el presidente (Nassib) Neme me invite. ¿Aníbal, sigue estando “benditamente loco”, como decía Facundo Cabral? Algo de loco tengo. Así nos llamaban antes a los punteros derechos. (D)

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