Vendaval, aplastamiento, euforia de un lado; vergüenza, desastre, amargura del otro. Todos los calificativos cabían. A siete fechas de bajarse el telón de la Bundesliga, Bayern Munich y Borussia Dortmund se jugaban el campeonato y, más que eso, la temporada entera en el Allianz Arena muniqués. También ponían sobe el tapete otras cosas: el Bayern su grandeza y su altivez bávara; el Dortmund su orgullo y la punta del campeonato (perdió ambos).También el fútbol alemán apostaba buena parte de su prestigio: demostrar si es una liga de uno (Bayern) o al menos de dos (Bayern y Dortmund). Porque la Bundesliga hace un maravilloso trabajo de mercadeo para venderse como un torneo planetario, pero choca contra ese iceberg que es el unicato del club de Beckenbauer y Gerd Müller. Nadie prefiere ver un campeonato donde siempre gana el mismo. Ni en Escocia ni en Uruguay sucede, donde Celtic-Rangers y Nacional-Peñarol monopolizan. Al menos dos se trenzan.