“No puede haber indicios de paridad entre el técnico y un jugador. La jerarquía que los divide debe mantenerse a toda costa. Ni siquiera pueden ser amigos ni hacerse visitas en casa”, afirma Ruud Gullit en su notable caudal de reflexiones y recuerdos que es Cómo leer el fútbol, su libro que vale por todas sus horas como comentarista televisivo. Porque es la ventaja inalcanzable del papel: en él se vuelca el summum del pensamiento, las ideas prolijamente esmeriladas. Es la compilación de lo que un grande del juego opina sobre la actividad.