Dice: “Jardines del campo de Sarriá”. Es apenas un letrero verde de chapa, no muy grande, con letras blancas escrito en catalán, que casi nadie lee. O que a nadie le importa. La leyenda prosigue: “Estos terrenos acogieron el estadio de fútbol de Sarriá del Real Club Deportivo Espanyol desde 1923 a 1997”. Allí, en uno de los tres barrios más elegantes de la ciudad de Barcelona (que no es poco) y uno de los cinco más caros de España, tuvo su leonera el segundo equipo de balompié más tradicional de Cataluña, el menos querido, acérrimo rival del Barça.