Es un juego de ligeros, una partida de póquer entre consumados tahúres. Florentino Pérez de un lado y Cristiano Ronaldo del otro. Y detrás de CR7, ojeando sus cartas, Jorge Mendes, su representante, otro crack con las barajas. No entra porque es un mano a mano. Tapan las cartas, se estudian, no hacen el mínimo gesto, esquivan mirarse a los ojos. “Mando”, apura Florentino. “Veo”, replica el portugués.