Cuando me correspondió actuar en los congresos, tanto ordinarios como extraordinarios de la Federación Ecuatoriana de Fútbol, en mi calidad de dirigente representando a El Oro, o como miembro de la llamada Comisión Nacional, o integrante del directorio de la FEF –hace más de 30 años–, y en la última década como delegado de River Ecuador, asistí a varios que significaron eventos que trascendieron por el nivel de la discusión. Recuerdo la gestión activa de fiscalización que tenían los congresos para juzgar la actuación de directores o miembros de comisiones.