Le afloró la grandeza en la parada más brava. Hasta la primera final -incluida ella-, Gremio entregó una imagen metálica, de equipo apenas eficiente, trabajador, ordenado y cauteloso. Sin embargo, en la noche bonaerense relumbraron los brillos que no se le advertían en los choques anteriores al cuadro gaúcho. Y le dieron un tardío fulgor a esta Libertadores que desandó su camino entre sombras. Compuso un primer tiempo de clase y ciertos lujos que obligan a decir que estamos ante un campeón inobjetable, bueno. Una actuación tan espléndida lo eleva incluso al rango de digno representante sudamericano en el Mundial de Clubes, en el que debutará dentro de once días. Este Gremio que venció en las dos finales a Lanús tiene material para derrotar al Pachuca y dar batalla al Real Madrid, sus posibles rivales en Emiratos Árabes. A propósito: sólo siete campeones en 57 ediciones de Libertadores habían logrado ganar al subcampeón en los dos enfrentamientos.