La sensación, al estrechar su mano, es la de haber hecho un asombroso viaje hacia atrás en el tiempo. Es casi como un encuentro con la historia, con la leyenda. Uno hasta cree que el apretón con la diestra lo recibe del mismísimo George Capwell, el hombre mito de Emelec. El padre de una pasión azul, constructor de un estadio, que revolucionó el deporte de Guayaquil desde las canchas de béisbol y básquet, desde las piscinas y los rings. La vuelta a la realidad, luego de breves segundos de estupefacción, se produce cuando sonriente, en perfecto español “aprendido de pibe en Guayaquil”, donde nació en 1942, saluda: “¡Hola, yo soy Robert Capwell!”. El hijo menor del patriarca azul vino como invitado a la reapertura del escenario que inmortalizó el nombre de su padre. Afable, el exoficial naval de Estados Unidos habló con este Diario de su progenitor (radicado en esta urbe entre 1926 y 1946 y luego entre 1952 y 1968), de su vida en esta ciudad y del amor del Gringo Guayaquileño por el club que fundó en 1929.