El 26 de enero, el dirigente paraguayo Alejandro Domínguez fue proclamado nuevo presidente de la Conmebol. Siete días después, en su primera acción notoria de gobierno, decretó una sorprendente y vergonzosa amnistía para clubes y jugadores sancionados por causas diversas. No fue un acto fallido, por el contrario fue muy pensado y con un propósito bastante evidente: beneficiar a Boca Juniors, cuyo presidente necesita un triunfo importante -una Libertadores, por ejemplo-, para validar su cuestionada figura ante las exigencias de los parciales. River viene de ganar dos títulos internacionales (en ambos eliminando a Boca) y las ansias boquenses de equipararlo parecen acuciantes.