Con frecuencia oímos y, a veces, decimos de algo que es legal pero no legítimo. Sólo tenemos la referencia del significado de las palabras para intentar entender lo que se quiere decir.
Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, legal quiere decir: “prescrito por ley y conforme a ella. Perteneciente o relativo a la ley o al derecho”. Así pues cuando decimos del algo que es legal, estamos admitiendo que es conforme a la ley, apegado al derecho.
Legítimo, según la misma Academia, es “conforme a las leyes, lícito”. Hasta aquí no habría diferencia alguna. Pero si buscamos que quiere decir lícito, encontraremos “que es de la ley o calidad debida” pero además es “justo, permitido según justicia y razón”.
Si nos atenemos a esta segunda acepción, aquello de que “es legal, pero no legítimo”, significa que es de acuerdo a la ley pero que no es justo. Surge enseguida la pregunta ¿puede algo legal no ser justo? La respuesta es sí.
Hubo épocas en la historia en que la esclavitud era legal, pero entonces era, y sigue siendo, injusta, cualquiera que sea la forma en que se dé, para citar solo un ejemplo.
Cuando los pueblos perciben una ley como no justa, el camino es luchar para conseguir el cambio de esa ley y lograr que prevalezca la justicia.
Por eso la elaboración y la aprobación de las leyes es un asunto de enorme responsabilidad, se requiere estudio, calma, reflexión, discusión y legisladores libres de todas las presiones, con gran honestidad intelectual, con conocimiento de la realidad , de las otras leyes que se relacionan con la que pretenden expedir y del cuerpo legal del país.
Cuando vamos a elegir miembros de la Asamblea Nacional, esto es, legisladores , debemos tener claro el perfil necesario, no es tarea para todos, no importa cuán simpáticos sean, ni cuán conocidos, ni cuán leales al partido o al presidente; su lealtad debe ser primero con la justicia y con el bien común. Las leyes son para todos, son las normas que guían el convivir social y mientras lo sean deben ser respetadas.
Actuar una y otra vez fuera de la ley argumentando que no es legal pero sí legítimo puede abrir el camino a muchas arbitrariedades, porque las leyes en una democracia, de una u otra manera, son producto de un acuerdo, de un pacto entre los representantes del pueblo y en su nombre, pero muchas veces quien declara lo legítimo es una persona, que por elevada que sea su ubicación en el mundo político o académico, solo se representa a sí misma y justifica su accionar en su interpretación.
La seguridad jurídica que los pueblos necesitan para lograr la paz y el progreso, solo se logra en un ambiente de respeto a las leyes, que deben ser redactadas con sabiduría y claridad y aplicadas con rigurosa honestidad. Los niños y los jóvenes debe ser educados en el respeto a las normas y en la capacidad de análisis para discernir si son justas y si concluyen lo contrario ser capaces de plantear la necesidad del cambio. Pero el mejor método de educación cívica es el testimonio, luego, necesitan crecer viendo a los adultos que los rodean vivir de manera coherente con lo que quieren inculcarles.
Lograr un ambiente social en el que vivamos de manera legal y legítima es tarea de todos.