Pronombre indefinido cuyo plural es cualesquiera. Se me encasilló en la televisión aunque soñé frecuentemente con ser un cualquiera escondido dentro del amor ido que podía decirme: “cuando me sacudes desgajas violas” tal como lo escribió Carolina Patiño. Soy un típico mortal, hago pis sin complejos, sueño, me emociono, envejezco. El hombre deja de ser cualquiera cada vez que experimenta anhelos extravagantes, amores insólitos, pone a un lado reacciones prosaicas, se lanza desafíos. El asunto se vuelve peliagudo si se endilga el pronombre aquel a una mujer. Si una prostituta fuera una cualquiera también lo sería la pelucona de incipiente ortografía aunque una jugosa cuenta bancaria suela devolver respetabilidad. Es lamentable no ser más que un Cartier, simple envoltura enjoyada. El señor Bill Gates, con sus cuarenta y siete mil millones de dólares no es un cualquiera, razón por la que reviso siempre mi estado de cuenta con ganas de llorar a gritos. Soy cliente cualquiera, no lúcido inversionista. Pueden juzgarme por los zapatos que calzo, la marca de mi terno, el reloj que adorna mi muñeca. Triste sería que mi precio fuesen mis futilidades. Mi patrimonio económico me ubica entre ingenuos soñadores. A la hora de liar el petate me volveré aún más insignificante. El cadáver, materia prima en vía de desintegración, no huele a Paco Rabanne, pero la gente sigue luciendo pendeja soberbia o chismes en los velorios. Hay unos que por leer a David Carretero Martínez descubren para morir “las venas de un día cualquiera”, las confunden con los caminos que llevan a cualquier parte. Ser lúcido puede costar la vida.

Nos ennoblece nuestra fuente de amor. Una persona tierna, gentil, dulce, deja de ser cualquiera por más pobre que sea. Perdono todo menos la falta de gentileza. Somos lo que amamos, no importan rango social, color de piel, edad, ostentamos la misma hemoglobina. Si fuese azul sería catastrófico mas nuestras venas lucen este color, los sueños y príncipes también. No importa que nos estrellemos, la caída libre es alucinante. El tiempo convierte la vida en caída horizontal, no existe edad para marcharnos, mejor es desvivirnos, todos fenecemos mas no todos llegamos a viejos. Me duele que alguien fallezca joven, me lacera la muerte de un niño. Cuando amamos se necesita un minuto para decir hola, toda una vida para decir adiós, la vida es larga despedida por más que usemos Benetton. Es hermoso soñar con un amor cualquiera, doloroso vivir con la persona amada sin llegar a conocerla. ¡Cuántos matrimonios se conforman, no dialogan, se comunican por celular, apenas hablan en el restaurante, no se miran, no conocen jamás el jardín secreto tan mágico de su cónyuge! Amar es arder para siempre, sentir que asoman lágrimas tan solo con mirar con ternura al ser amado; tantas veces experimenté aquello. Se plasmó para siempre el romance mío cuando mi mujer, pupilas llenas de estrellas, abrió el recinto de su alma, se volvió mi diosa aunque tan solo pareció ser un sorbo de café compartido, su intensa mirada, la lluvia golpeando la ventana. Nos miramos y supe que clamaría para siempre.