En Morona Santiago hay alarma por la muerte de doce personas a causa de la rabia humana producida por la mordedura de murciélagos hematófagos (se alimentan de sangre), comúnmente llamados vampiros. El pasado jueves, un mes después del primer fallecimiento, el presidente Rafael Correa decretó en emergencia sanitaria al cantón Taisha, ubicado en el este de Morona Santiago. Establece, además, un cerco epidemiológico en un área de 20 km a la redonda, incluyendo a comunidades de la provincia de Pastaza.
Las comunidades indígenas achuar de Wampuik, Tarimiat y Tsurink Nuevo son las principales afectadas por los ataques de vampiros con la muerte de doce de sus miembros: diez niños, una mujer que dio a luz hace un mes y otra embarazada de siete meses.
Publicidad
Además de cobrar vidas, la rabia humana ha desnudado las carencias y vulnerabilidad de estas comunidades y de casi un centenar de otros poblados dispersos en la selva de Morona Santiago, cerca de la frontera con Perú, a los que solo se accede en avionetas que cobran como mínimo $ 500 por flete, en una sola ruta.
Allí, la falta de servicios básicos es la característica. En el área de riesgo, solo en Wampuik hay un sistema de agua entubada; la atención médica primaria está a cargo de jóvenes del sector capacitados mediante charlas como técnicos en salud. Y la creencia en el chamán y la brujería está arraigada en jóvenes y ancianos.
Publicidad
En las comunidades donde se registra la rabia humana, los indígenas duermen prácticamente a la intemperie, en el piso de tierra o en catres ubicados bajo cabañas cilíndricas que solo tienen pilares y techo de paja. Todo es abierto, sin paredes. Bajo el techo está el fogón; en el centro, unos palos secos sirven para hacer fuego y abrigarse en la noche. Así son todas las viviendas de la zona achuar y están agrupadas a los costados de pistas de aterrizaje de tierra. Los vampiros llegaban por las noches y los mordían, sobre todo a los niños que tienen el sueño más profundo.
Pero si los achuar y otros indígenas siempre han estado allí y han vivido en esas condiciones, ¿por qué hay casos de rabia ahora? “Debido a algunos factores como la alteración del ambiente natural y la cacería excesiva de animales, que son la fuente natural de alimento del vampiro, estos no tienen otra opción que alimentarse de la sangre de animales domésticos y el hombre”, dice Luis Albuja, zoólogo especializado en murciélagos, director e investigador del Instituto de Ciencias Biológicas de la Escuela Politécnica Nacional.
Si bien las muertes por rabia se han presentado en tres comunidades selváticas, el temor se ha extendido a otros sectores del país, porque la presencia de murciélagos no es ajena en áreas urbanas y rurales. En el Ecuador existen 164 tipos de esta especie. De estas, solo 3 se alimentan de sangre, sea de aves, animales y, en algunos casos, de humanos. De estas tres, una sola especie, la Desmodus rotundus o vampiro común se ha distribuido ampliamente y puede causar problemas de salud pública, según la Asociación Ecuatoriana de Mastozoología (AEM), que desarrolla el Programa para la conservación de los murciélagos del Ecuador.
El resto basa su dieta en insectos, peces, otros vertebrados como ratones y aves, frutas, néctar y polen de las plantas.
Los murciélagos han estado relacionados con leyendas y mitos. La AEM cita algunos: que son ratas viejas a las que les han salido alas, que chupan la sangre a las personas hasta desangrarlas, que dañan las cosechas, que fuman y hasta que dicen malas palabras.
Pero en la realidad, los vampiros son la única especie que porta y transmite la rabia sin enfermarse. Como se alimentan de sangre de otros mamíferos, en algún momento el hematófago pudo haber atacado a una vaca mordida por un perro rabioso, contraído el virus y retransmitido entre los de su colonia. Hay registros de decenas de ataques a reses que han muerto por rabia en casi todas las provincias del Oriente y en algunas de la Sierra.
En Wampuik, Tarimiat y Tsurink Nuevo, comunidades de donde son oriundas las doce víctimas, los vampiros prácticamente acabaron con las reses en los últimos dos años. Bartolomé Kaitans, padre de dos pequeños que fallecieron con rabia humana hace diez días, cuenta que el año pasado perdió sus 35 vacas por el ataque de los hematófagos.
Como ya no había vacas, los ataques se dieron a los humanos y se desencadenaron las muertes. Esto se facilitó porque, antes de la emergencia, a esa zona el médico llegaba cada quince días y solo a aquellas comunidades que tienen un puesto de salud, como Wampuik.
Esta es una comunidad de 690 habitantes y en su puesto de salud laboran Ernesto Warush, como microscopista, y Ángel Shimpio, como técnico en salud. Ambos son bachilleres achuar que recibieron un curso de semanas.
Su función, cuenta Warush, es brindar atención primaria básica y, si hay un caso grave, comunicar por radio al hospital de Taisha para que venga un médico o se envíe una avioneta que el Ecorae tiene como ambulancia aérea. Tarimiat y Tsurink Nuevo no cuentan con puesto de salud. Cuando hay un enfermo, el técnico camina hasta tres horas entre la selva para acudir en su auxilio.
Por la emergencia, en estos días hay personal de salud, pero Rafael Antuash y otros dirigentes de la Nacionalidad Achuar del Ecuador (NAE) piden un centro de salud para Wampuik, con médicos permanentes y mejor servicio de la ambulancia aérea.
A Ramón Sumpinanch se le murieron sus dos hijos, de 11 y 9 años, por rabia. Cuando ellos enfermaron el 2 de noviembre en Tarimiat, los cargó y caminó por una trocha durante dos horas y media hasta llegar a Wampuik. De allí fueron llevados a Macas en avioneta y luego al hospital de Cuenca, donde murieron el 17. Los análisis determinaron la muerte por rabia humana. Él no cree. Dice que los miembros de otra comunidad, cuyo nombre no da, hicieron brujería para diezmar a las tres comunidades afectadas.
Por eso, a su esposa y su hija, esta última que sufre de sangrado por la boca, las mantiene más de una semana en la sede de la NAE en Macas. Están a cargo de un chamán. “Los médicos me autorizaron. Si no sanan hasta el lunes (12 de diciembre) iré al hospital”, dice.
Dirigentes achuar como Antuash justifican que esa es una práctica ancestral y se debe respetar. El ministro Chiriboga, en una reunión con ellos y con comuneros, hace una semana, indicó que se harán citas para tratar de armonizar la medicina científica con la ancestral, pero llamó a que acudan a aplicar las siete dosis de vacuna antirrábica, pues es la única que puede salvarles en esta etapa de contingencia.
Por su parte, Correa, en su enlace de ayer, lamentó que algunas autoridades quieran politizar el problema de la rabia y garantizó que su gobierno es el que más ha invertido en Morona Santiago.
Dada la contingencia, los indígenas están habituándose al uso del toldo. Es lo único que ha cambiado, siguen durmiendo en el piso junto a sus muertos. Es costumbre ancestral que cuando algún miembro de la familia fallece, se excava una fosa de un metro y medio en el mismo sitio donde dormía. Allí se lo sepulta y la vida sigue. “No podemos separarnos de la familia, todos seguimos juntos hasta después de muertos”, dice Ramón Sumpinanch.