Desde el pasado martes, las excavadoras, retroexcavadoras y volquetas aceleraron motores y en turnos diarios más de 50 equipos trabajan en las riberas del río Quijos, sector de El Salado, en las obras de la central hidroeléctrica Coca Codo Sinclair, ubicada entre las provincias de Napo y Sucumbíos.
Y si bien la parte operativa se realiza con intensidad, hay dificultades con el personal. Los conductores de las máquinas pesadas reclaman mejores condiciones laborales.
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Javier Chávez, alcalde de El Chaco, se volvió el vocero de los empleados frente a los empresarios chinos de la compañía Sinohydro, constructora de la central.
Reclaman porque no existe un plan de seguridad social, piden mejores condiciones sanitarias e iluminación nocturna básica para su trabajo.
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Estos pedidos no son nuevos. Se informó que hace cinco meses, Chávez planteó esas necesidades al Ministerio de Relaciones Laborales, pero no han hecho caso.
A criterio de Chávez, otra de las dificultades es que los puestos de empleo los quieren manejar políticamente “y eso afecta a los obreros”, aseguró.
Humberto Tapuy, uno de los conductores que el martes fue contratado para el desbroce, indicó que pagan $ 600 mensuales, se deben realizar unos 10 viajes diarios en unos cuatro kilómetros de recorrido. “En un sitio como este, donde no hay trabajo, no hay más que resignarse”, manifestó.
La inconformidad, no obstante, no la sienten todos. Marco, de 20 años, cuyo apellido omitió, está complacido con la presencia de la constructora y los volqueteros porque puede venderles comida.
Junto con su madre cocina desayunos, almuerzos y meriendas para unas 40 personas, a $ 2,50 por plato.
Marco recuerda que antes él trabajó en el Oleoducto de Crudos Pesados (OCP). Fue contratado como parte de la cuadrilla empleada para mover el ducto y por ocho horas diarias ganaba $ 370 mensuales, que con horas extras llegaban a $ 520.
“Ahora, los chinos pagan el básico ($ 260), pero no se cuenta con protección en el trabajo, ni guarniciones como nos daban los de OCP y por eso les hicieron paro hace unos 15 días”, comentó.
Algo más al norte, en el recinto San Luis, ahora campamento de Sinohydro, la situación en este lugar para sus bolsillos es mucho más optimista.
Erika Guano, por ejemplo, está feliz de atenderles a los chinos. Un lugar que hasta hace un año era de siete casas, ahora se ha quintuplicado. Sus ventas han subido: antes despachaba una caja de botellas medianas de aguardiente cada 15 días, ahora, diez.
Igual pasa con la cerveza, que antes no requerían y ahora son pocas las 12 jabas que vende. Tabacos, vinagre, frutas, yogur y gaseosas son otros productos que los chinos consumen.
Los víveres y vegetales los llevan desde Quito. Y todo se vende. Antes tenía un ingreso entre los $ 100 diarios, ahora, son como $ 300.
Lo triste es que no todas las personas consiguen empleo en esta obra. Hay quienes llegan desde Archidona, Latacunga, Ambato y se pasan hasta tres días sin tener donde dormir porque no logran un puesto para laborar y en San Luis no existen hoteles.
Pero con la falta de infraestructura y todo, San Luis, ubicado en las riberas del río Quijos, cambió. El sonido de los grillos, del río corriendo, de los animales rastreros ya no está y en su lugar hay moledoras de piedra, excavadoras, volquetas y camionetas.