ITT es el nombre del último bloque petrolero sin explotar en la Amazonía, aproximadamente 40% dentro del Parque Nacional Yasuní.
El Presidente desde el año 2007 está proponiendo a la comunidad internacional ser compensado por mantener el crudo bajo tierra; con el propósito fundamental de demostrar al mundo un nuevo modelo de desarrollo “descarbonizado” o menos dependiente del petróleo.
No explotar 850 millones de barriles de petróleo durante los 20 años de vida útil de los pozos sería dejar de emitir a la atmósfera 410 millones de toneladas de C02 generadas por la combustión de este recurso natural no renovable; pero también significa que dejaría Ecuador de recibir el resultado de la venta de esos barriles, conservadoramente alcanzan un valor presente de 6.979 millones de dólares, al precio referencial de 61,21 dólares por barril WTI.
El Gobierno propone que le den al menos la mitad de lo que recibirían, y que pondrían todo ese dinero en un fondo administrado por Naciones Unidas, para invertir en proyectos de energías renovables, eficiencia energética, conservación de bosques primarios, entre otros. Entregando certificados de garantía ITT por “buen uso del dinero” a los países, ciudadanos, empresas o instituciones contribuyentes.
Luego de tres años y tres versiones de la propuesta ITT, ni la comisión de los eternos viajeros de la propuesta ITT ni el Gobierno tienen un solo país que haya hecho el primer abono o donación, hay unas promesas ínfimas para lo que se quiere y encima de entrega a largo plazo. Pero Ecuador no vive de promesas.
Seguramente nadie se ha hecho presente a “donar” porque escucharon que Correa vendió anticipadamente el petróleo a China en unas condiciones no favorecedoras a nuestro país; o que la Ministra de Finanzas sigue juntando el centavo para cuadrar la caja fiscal 2009 y no se sabe qué hará para el déficit ya anunciado de dos mil y más millones de dólares para el 2010; o se imaginarán que una vez que suba el barril de petróleo a más de lo presupuestado (hasta ahora a 63 dólares) alguna “mente lúcida” del Gobierno dirá: “¡Exploten todo lo que encuentren! Y devuelvan la plata a los donantes que con el precio alto del petróleo hasta vuelto tenemos”.
La idea no es mala, la propuesta sí. El momento internacional es oportuno para la idea, sin embargo la gestión pública nacional le serrucha el piso, más la falta de visión empresarial y pragmatismo del proyecto. Súmese la incoherencia de 103 asambleístas de respaldar al proyecto ITT por razones tan equivocadas como exhortar a la comunidad internacional a reconocer una deuda ecológica de los países industrializados, pero que solo se beneficia un país, Ecuador, que últimamente no demuestra ir hacia una EC02nomía cero en carbono y buen administrador de sus recursos.
La paradoja más grande es que a falta de previsión gubernamental y lluvias, se operan más termoeléctricas y generadores privados que nunca ¡puras emisiones de CO2 a la atmósfera!, justo las que propone el proyecto ITT no contribuir; no hay incentivos para energías limpias pero sí para importar diésel, no controla la tala de bosques ni tiene un plan de eficiencia energética. Así nos ven, así de incoherentes.