Tres niños, con uniforme escolar y mochilas en las espaldas, rodean una máquina tragamonedas instalada en la puerta de un local de cabinas telefónicas en Flor de Bastión, bloque 4 (al noroeste de Guayaquil). Con avidez, en turno, ellos depositan las monedas de diez centavos en la ranura, manipulan la máquina, juegan y se desengañan, pues no ganan nada. Solo uno logra que caigan 20 centavos, pero de nuevo van al aparato y ya no salen más.