Un letrero colocado en un palo advierte: “Prohibida la entrada a persona no autorizada”. Está en la esquina de una piscina camaronera ubicada a 50 metros de la cabecera parroquial de Puná. El propietario es Benito Santos, un puneño que tiene 85 hectáreas y que, asegura, da trabajo a quince habitantes de la zona. Hace menos de una década compró los derechos de unos terrenos de comuneros y estableció las piscinas. Produce entre 800 y mil libras de camarón al mes, que lo vende para consumo nacional a un precio de $ 0,90 por libra.