Alguna vez escuché que el Ecuador debería estar agradecido al fútbol colombiano, específicamente a sus directores técnicos, ya que gracias a ellos nuestro país pudo clasificar por dos ocasiones consecutivas a un Mundial de Fútbol. Cierta o no esa opinión, hoy juega Ecuador contra Colombia y se asegura que el ambiente en Medellín estará más caldeado de lo usual, no solo por la importancia de los puntos en disputa sino principalmente por otros motivos que han disparado la pasión nacional en el vecino del norte.

Por esas extrañas coincidencias del destino, son tres puntos los que separan a Ecuador de Colombia y Venezuela, dos directos rivales en la pelea del quinto puesto del repechaje; si pierde Colombia el partido, como efectivamente todos queremos, su suerte estará virtualmente echada y seguirán extrañando los colombianos aquellos tiempos de Valderrama. En cambio Venezuela, que también se quedaría afuera del Mundial si pierde su partido con Chile, no tuviese tiempos idos que extrañar toda vez que más allá de su real predilección por el béisbol, su fútbol ha sido históricamente muy mediocre. En todo caso, me daría cierta pena ver a Colombia eliminada y ninguna a Venezuela en el mismo estado.

Y es que, adicionalmente, la selección venezolana de fútbol tiene el consuelo de que su líder, el “caudillo poseído”, les puede conseguir partidos amistosos especialmente aprovechando sus extraordinarias relaciones con países como Libia e Irán. En efecto, Chávez visitó en esta semana al dirigente libio Muammar Gaddafi, quién lo condecoró por su participación en la celebración de sus 40 años en el poder y claro, ahí nos podemos dar cuenta de quién es el verdadero guía político y espiritual de Chávez (Gaddafi, no Bolívar), ejemplo supremo de lo que debería ser el tiempo de duración de una verdadera revolución. Que aproveche entonces Chávez y consiga el primer amistoso para su selección, nada más y nada menos que contra Libia.

El otro partido que podría conseguir el gobernante venezolano es contra Irán, país al cual llegará también en esta gira y con el cual el Ecuador, coincidentemente, ha estrechado sus lazos. Hay que admitir que el fútbol iraní, al menos en Asia, goza de cierto respeto, por lo que algo de provecho podría sacar la selección venezolana de ese encuentro, a no ser que lo arbitre Ahmad Vahidi, el nombrado recientemente ministro de Defensa de Irán, perseguido por la justicia argentina por su probada participación en el atentado contra el Centro Judío de Buenos Aires que dejó 85 muertos hace algunos años. Puestas así las cosas, lo último que faltaría es que la selección ecuatoriana se complique, pierda contra Colombia, quede fuera del Mundial y termine siendo invitada a un cuadrangular: Venezuela, Irán, Libia y Ecuador. A jugarse en La Habana, con los respectivos presidentes alentando a sus equipos en la tribuna. El fútbol en su máxima expresión.