Mientras fue candidato, Obama mostró su preocupación por el pilar de su propuesta: política energética que no puede pasar inadvertida para ningún país que como el nuestro dependa su presupuesto del petróleo.
En momentos de campaña el petróleo estaba por las nubes y se agravaba con la dependencia energética del exterior, Obama armó su política en virtud de proteger el bolsillo de los ciudadanos y de las industrias norteamericanas: 1) considera utilizar las reservas petroleras para influir en el alto precio; 2) disminuir ciertas restricciones legales para nuevas prospecciones en la costa estadounidense; 3) Pero no considera al petróleo como una alternativa a largo plazo y le apuesta a las energías alternativas. Gana Obama las elecciones mientras el precio del petróleo bajó drásticamente, por lo que decide apuntalar todo hacia la opción 3.
Correa mientras fue candidato y al asumir el poder, así como en momentos de sus intervenciones en la redacción de la Constitución tuvo el mejor precio de petróleo, y así mismo pregona la soberanía energética como política, aspira a una matriz energética que incluya biocombustibles, fotovoltaica, eólica e hidroeléctrica (Paute Sopladora, Baba, Mazar, Ocaña, Coca- Codo- Sinclair, Toachi- Pilatón) para depender menos de las termoeléctricas y de nuestros países vecinos; y crea el Ministerio de Energías Renovables y Electricidad.
En 100 días de gestión, Obama, teniendo claro que reducirá las emisiones de gases de efecto invernadero y que no ratificará el Protocolo de Kyoto, se impuso como objetivo que las fuentes de energías alternativas logren cubrir el 25% de la demanda estadounidense para el 2025, establece un incentivo al uso de etanol y otros biocombustibles avanzados como el etanol de celulosa, que se produce con base en ciertas variedades de pasto y viruta de madera; a la producción de energía eólica, que se cuenta como el sector energético alternativo de mayor crecimiento en 2007. Exige a las automotrices que los autos a partir del año 2010 sean eficientes en consumo de gasolina de 40 millas por galón. Propone la “Alianza Energética de las Américas” con los objetivos domésticos de reducir la dependencia petrolera, énfasis en energías alternativas y de combatir el calentamiento global y convertirla en ley, con lo cual el proyecto ayudaría a cambiar el eje de la política estadounidense para Latinoamérica y generaría trabajo.
En 866 días de gestión, Correa no empieza ningún proyecto hidroeléctrico, no hay incentivos a biocombustibles, no hay proyectos eólicos (salvo Galápagos y gestionado en otro Gobierno) ni fotovoltaico que mejoren nuestra matriz energética. Inició la campaña de focos ahorradores de luz sin aprovechar que bajo Kyoto ese tipo de política pública obtiene ingresos económicos, lo mismo pasará con el programa de eficiencia energética en edificios públicos. No ha logrado articular la cooperación entre sus propios Ministerios (Ambiente, Agricultura, Industrias y Energías Renovables). Exoneró de impuestos por seis meses la importación de autos híbridos pero no exige eficiencia en el uso de combustibles a los autos que se ensamblan en Ecuador y los importados.
La Política Energética de un gobierno es sin duda el pilar de la producción, del comercio, así como incide en el bolsillo del ciudadano a la hora de cancelar sus planillas eléctricas y los productos y servicios que han utilizado energía en sus procesos; en este nuevo periodo presidencial necesitará una burocracia –como él dice– de mentes lúcidas.