Es primo de Luis Saavedra Lecaro, padre de Damaris y José Luis Saavedra Rodríguez, implicados en el estruche de al menos veinte viviendas de los Ceibos Norte con Jael Abramovicz Villavicencio, y desde el pasado 6 de febrero está escondido. La razón: en un escrito presentado en la Fiscalía, sus sobrinos detenidos, cuya defensa primero buscó demostrar que tenían problemas psicológicos, lo señalan como la persona que los obligaba a robar y los drogaba. Pero William Lecaro Icaza lo desmiente y da su versión desde la clandestinidad.
Asegura que detrás de la acusación debe estar Lucho, como llama a su pariente y padre de dos de los detenidos, a quien califica como “una persona maligna, estafadora de toda la vida”, y al que conoció cuando él tenía 17 años en Milagro, adonde este llegó de visita y le ofreció trabajo en Guayaquil. Luego se independizó, pero el año pasado estaba sin empleo y volvió.
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Así narra su relación con la familia Saavedra Rodríguez, en el reencuentro: “Por desgracia, el año pasado, más o menos por febrero, volví a trabajar en la propiedad de mi primo. Me había quedado sin empleo y llegué para encargarme del mantenimiento de ese lugar. Limpiaba la piscina, reparaba lo dañado y hacía la jardinería, junto con cuatro personas más. Al principio me pagaba mi sueldo. Pero con el paso de los meses ya dejó de pagarme y cuando quería me daba veinte dólares, que los gastaba en alimentación.
Porque como vivía en la casa del guardián no gastaba en arriendo.
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“Al poco tiempo comencé a notar que él no tenía solvencia. Solo le quedan propiedades, las tierras del km 24, que no pudo seguir vendiendo porque nadie creía en él, porque hace negocios ‘chuecos’. Por eso fue que, más o menos en junio del año pasado, me enteré por medio de los otros empleados de esa familia que les había quitado las tarjetas de crédito a sus hijos.
“En noviembre me desvinculé totalmente de él, porque yo ya no tenía cómo vivir. Ya no me pagaba. La casa donde yo vivía era a la entrada de la propiedad. Por mi nivel, yo siempre fui el empleado de ellos. Nunca tuvimos una relación estrecha como familia que éramos. Siempre hubo distancias, pero todos los empleados nos percatábamos de la vida que llevaban los jóvenes. Por ejemplo, José Luis vivía con un amigo, al que llamaba Diego, en una casa cercana a la del padre. Con él llegó a ese lugar más o menos en agosto, porque Lucho ya no le pudo seguir pagando el arriendo de un departamento en Santa Cecilia, al lado del colegio Balandra (al este). Sé que en dos ocasiones él se quiso suicidar porque no le permitían llevar una vida cercana a sus amigos.
“Como empleados, un día Luis Saavedra nos mandó en un camión que tenía para que cambiáramos de casa a su hijo, porque ahí ya no iba a pagar arriendo, tampoco luz, nada.
“Damaris, en cambio, vivía con el papá, en la casa donde la Policía les encontró lo que se habían robado. A ellos los conocí desde niños. Pero cuando crecieron llevaban una vida bien fuerte y desordenada..., bebían casi todos los días.
“José Luis y Damaris no tenían un norte. La chica, sobre todo, era bien prepotente. Tenía muy mal genio. La amiga que la visitaba todos los días era Jael. Llegaba a las nueve de la mañana y se iba a las siete de la noche, menos los miércoles en que se quedaba a dormir, porque ese día Luis Saavedra se iba a Baños de San Vicente (en Santa Elena) y no volvía. Eran amigas íntimas y sé, por las noticias, que llegaron a vivir juntas.
“Es una pena, pero el propio padre de ellos me comentó que sus hijos andaban mal, incluso que consumían drogas y alcohol. Alguna vez él me dijo: ‘Lamento mucho la situación de estos muchachos, pero son mis hijos...’. Yo veía unas dos o tres veces por semana que llegaban carros extraños, sobre todo un Chevrolet Rodeo blanco, por unos quince o veinte minutos, y enseguida se iba. Creo que ahí les llevaban a vender la droga.
“Créanme, estos chicos jamás me tomaban en cuenta, ni me saludaban. No entiendo por qué un canalla como Luis Saavedra ahora quiere involucrarme. Él sabe que yo no tengo cómo contratar un abogado y me quiere hacer daño. Toda la vida él se aprovechó de mi trabajo. La última vez me dio de liquidación una moto QMC, color rojo con negro de 250 cc, que en diciembre me la quitó porque decía que yo le había robado en la casa de su hijo, hasta me denunció. Imagínese, culparme a mí, cuando él tiene tantos enemigos que quisieran hacerle daño. Pero Dios sabe por qué hace las cosas, al poco tiempo me enteré de que esa moto era robada. Así que si alguien se siente perjudicado sepa que tiene la moto.
“Cómo pueden decir que yo los drogaba. En qué cabeza. Ya son adultos y el padre sabía la vida desordenada que llevaban. Él sabía que delinquían. Imagínese la casa llena de cosas robadas y él viéndolo todo. Las joyas que la madre tenía. Las ventas que hacían por internet. ¡Ay Dios!, yo ni siquiera sé cómo se prende una computadora. Eso sí, no sé en qué momento metían lo robado. Nunca los vi.
“Una vez sí vi algo que me causó sorpresa: Luis Saavedra tenía una carabina en su carro y una pata de cabra, parecida a la que cargaban los chicos. Era un día que él llegaba de San Vicente y fui a ayudarlo a bajar las cosas. Le dije que si ponía esa herramienta en la bodega y me dijo: ‘No, déjala nomás ahí’.
“Ah, lo que también hacían las chicas era bastante ejercicio. Usaban unos cabos con nudos y se trepaban, como para sacar fuerzas. Ahora yo pienso y digo: lo hacían para tener potencia cuando cometían sus robos”.
Cronología
DEL CASO
2008, enero 3
En la urbanización Ceibos Norte fueron detenidos, según el proceso, José Luis Saavedra Rodríguez, Damaris Sofía Saavedra Rodríguez y Jael María Abramowicz Villavicencio, en instantes en que robaban en una casa. Se transportaban en un vehículo Daihatsu Terios 4x4, de placa GNP-136, y en un Chevrolet Grand Vitara blanco, de placa GPO-302.
2009, enero 4
Gonzalo Cabezas, jefe del Comando Guayas Nº 2, indicó que los detenidos por robar casas en Ceibos Norte y Puerto Azul venían operando desde hace seis meses.
2009, enero 9
Contra Luis Saavedra Lecaro, padre de los Saavedra Rodríguez, se dictó una orden de detención. En la casa del implicado se hallaron objetos robados por los delincuentes.