En los dos primeros años del Gobierno de Rafael Correa, diez personas han estado detenidas acusadas de haberle faltado al Presidente, porque supuestamente gritaron o hicieron algún gesto que él o su guardia consideraron ofensivos. Otra dice que se “salvó” de milagro de ir a la cárcel y seis enfrentan un juicio.

En Quito, a Mauricio Ordóñez le ha costado superar el “daño moral”, Verónica Acosta Espinosa se sintió ofendida y el policía Segundo Leonidas Guanotaxi calla al igual que el mensajero Mario Villegas; en Guayaquil, Carlos Hidalgo Ronquillo siente que lo persiguen, mientras Melissa Riverí  y Jaime Péndola apuestan al silencio;  en El Oro, Jorge López Salazar vive temeroso, sus amigos Patricio Sánchez Apolo y Franklin Curipoma Guzmán prefieren evitar a la prensa; y en Los Ríos, Félix Salvatierra Vargas aún vive con temores.

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Son 11 de las 17 personas (los otros son estudiantes de la Universidad Católica) que en los dos primeros años del gobierno de Rafael Correa indican haber sido víctimas de “ligerezas y errores” de un Presidente que no admite gritos ni gestos que él considere insultos u obscenos. Su reacción siempre es la misma: dispone a su seguridad que detenga al que él cree culpable, aunque sea la persona errada.

Félix Salvatierra en Babahoyo

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Es el caso de Salvatierra, un albañil de hablar pausado que demuestra no guardar resentimientos, pero sí temor desde el mismo momento en que recibe una llamada de este Diario. “Ya estoy olvidando ese trauma”, dice el hombre que en febrero del 2008 fue señalado por el propio Correa de haberlo insultado.

Cuenta que estaba en una vereda de García Moreno y Nueve de Noviembre, en el centro de Babahoyo, tomando cola, cuando de pronto vio que Correa se le acercaba. Él pensó que era para darle la mano, pero no.
Lo que hizo el Presidente fue señalarlo, increparlo y expresarle: “Usted gritó”; él le respondió: “¿Grité qué cosa...?”. Enseguida al menos 20 uniformados lo llevaron a la cárcel. Salió tras 14 horas por orden de Correa, a quien su madre, Clemencia Vargas –dice–, le “imploró hasta convencerlo  de que él no había sido”.

Tres mineros en Portovelo

Una situación similar vivieron en Portovelo Sánchez Apolo, López Salazar y Curipoma Guzmán, mineros orenses que fueron acusados en abril pasado de rebelión y atentado contra un funcionario público. Hoy López cuenta que jamás hubo tal agresión. Recuerda que alguien le gritó: “Correa, ¿por qué no caminas?”, cuando él llegaba a la ciudad en carro. “Él no se percató quién dijo eso, pero ordenó que apresen a mis amigos que llevaban una botella de trago. En cambio a mí me detuvieron cuando me acerqué a la Policía a preguntarle por qué se los llevaban. Fue horrible”, manifiesta.

Víctor Hugo Cevallos, presidente del Colegio de Abogados de Pichincha, cree que estas detenciones constituyen un abuso porque el Presidente “no está facultado para disponer la detención de ninguna persona. Solo se toma esa medida cuando se ha cometido un delito flagrante”.

La "pelucona" Acosta

Además sostiene que Verónica Acosta, quien en octubre pasado  estuvo a punto de ser detenida por  decirle al Presidente: “Ya se terminó la campaña y es hora de que se ponga a trabajar”, jamás fue grosera. “El Mandatario solo por tener la autoridad no es el único que puede decir ‘pelucón’, ‘vieja loca’, ‘gorda horrorosa’. No todos están de acuerdo con su gestión y  lo expresan. Eso no es un delito”.

Cuando recuerda el suceso, Acosta afirma que “la pelucona” a quien se refirió Correa en varios de sus enlaces radiales y que estuvo a punto de ser detenida es una “pelucona que tiene que rebuscarse la economía familiar.
Vende almuerzos ejecutivos en  casa, donde las habitaciones libres son hostal para turistas”.

“Le acepté el calificativo al Presidente (le respondió “sí, soy pelucona a mucha honra”) porque en realidad soy una pelucona que me muevo en bus”, asegura, y que su intención no era ofender al Presidente, pero se le prendió la chispa y señaló que era prima de Alberto Acosta Velasco (ex presidente de la Asamblea), cuando en un enlace Correa  indicó: “Me insultó una señora, y corrige, no, no era una señora, era una pelucona. ¿Acaso una señora no puede ser pelucona?”, se  pregunta hoy.

También recuerda que “cuando León Febres-Cordero era presidente yo le dije: ¿Sabe cuál es la diferencia entre José Velasco Ibarra y usted?, que para él la casa presidencial era su hogar, para usted es un hotel medio, de tres estrellas, no más. Y él me respondió: ¿Y qué quiere que haga?; si fuera el actual (Correa) diría que le he ofendido”.

Igual cuando Lucio Gutiérrez era presidente, de camino a su casa siempre pasaba por la iglesia del Batán y ella le hacía una seña desde la vereda indicando el dedo pulgar hacia abajo. “No se detuvieron ni se molestaron en voltearme a ver”, sostiene.

Pareja retenida en Salinas

Eso no pasó con los esposos Péndola-Riverí, quienes fueron retenidos por más de media hora en Salinas, en diciembre último, después de que ella afirma miró mal y torció su boca a la caravana presidencial que pasaba por San Lorenzo, donde descansaban. Aunque entonces un oficial de Policía expresó que ambos se habían disculpado, ellos aclaran:  “Eso no fue cierto, porque jamás hicimos nada...”.

Los estudiantes de la Católica

En Guayaquil, las situaciones más fuertes las enfrentan Hidalgo, detenido un mes; y Pedro Buitrón, Francisco Icaza, Rodolfo Baquerizo, César Coronel, Karol Solórzano y Raúl Gómez-Lince Sánchez, estudiantes de la Universidad Católica, que enfrentan una instrucción fiscal “por violencia material contra el Presidente, con fines no determinados”, asevera el fiscal Francisco Campodónico, que está encargado de la investigación.

Hidalgo, quien fue acusado “de agresión verbal al Presidente” cuando entregaba hojas volantes por el No en el cierre de campaña del pasado 25 de septiembre, afuera de la central del Prian de Esmeraldas y Piedrahíta, asegura que vive atemorizado. Siente que lo persiguen y asegura que nunca insultó al Presidente. “Mi error fue haberle lanzado una volante a uno de los carros de su caravana”, cuenta y pide que se archive el caso como lo solicitó Correa.

Después de esa decisión, en su enlace radial,  el Presidente señaló que no cree que Hidalgo haya caído en un sincero arrepentimiento. “No lo creo.

Creo que después de que salió seguirá la prepotencia”. Esa frase ha marcado los días del hombre, a quien llaman  Margarito. Indica sentirse perseguido todo el día.

Los seis estudiantes de la Católica, en cambio, creen que han sido ofendidos porque ellos no participaron en los hechos y se los mostró al país en repetidas cadenas de televisión como violentos, y afirman que si algún alumno de esa entidad reaccionó fue por el abuso policial.

“Me siento extremadamente afectado por el Gobierno, porque ha publicado en reiteradas cadenas televisivas nuestros nombres y rostros como personas violentas y jamás lo atacamos. Pero nosotros no tenemos recursos para contratar cadenas  y decir que no lo hicimos”, manifiesta Gómez-Lince, y explica: “Cuando se termine esta investigación, esta pesadilla, y salga inocente de todo,  quisiera exigir que reivindiquen mi nombre”.

Siente que la Presidencia se equivocó. Una situación similar vivieron en Quito el policía  Guanotaxi y el mensajero Villegas. El primero fue detenido por un error de la guardia presidencial y el otro por gritar: “Viva la Constitución, hij...”, pero celebrando su redacción...