León Febres-Cordero Ribadeneyra tomó la decisión y, resuelto, se lo indicó a Luis Noboa Naranjo. Dejaría por completo la administración de sus empresas para meterse de lleno a la política, aunque -por aquella época- ya aparecía de lleno en ella.

 Empezaba la década de los ochenta y el magnate bananero perdía así a  su empleado de mayor confianza. Llevaba 18 años con él y el apego era tal que, en un intento por retenerlo, le planteó una oferta capaz de seducir a casi cualquier empresario: a más de dirigir compañías como Industrial Molinera,  Cartonera Ecuatoriana o Papelería Nacional, le propuso comandar su imperio económico -más de 100 firmas- desde Nueva York.

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Febres-Cordero, ya con su mirada en Carondelet, le dijo gracias y se negó. Él buscaba éxito en otro espacio: el político. Y lo logró. Gobernó como presidente de Ecuador entre1984 y 1988.

Jorge Egas Peña lo recuerda como si LFC se lo hubiese contado ayer. “A Luis Noboa no le gustaba la política y le aconsejó que no se meta”, comenta el  amigo, abogado y ministro -primero de Bienestar Social y luego  de Trabajo- de Febres-Cordero.

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El ex Mandatario formó su carácter en el medio empresarial. Fue director y  presidente de la Cámara de Industrias de Guayaquil. Además, presidió la Federación Nacional de Cámaras.

El gerente general de Molinera Gustavo Negrete, entonces a cargo del departamento de ventas de la empresa cuando LFC era el jefe máximo, recuerda: “Ya era estricto”, “pero era lo que se necesitaba: carácter”. 

Paralelamente Febres-Cordero se había desempeñado como miembro de la Asamblea (1966-1967), senador (1968-1970) y diputado de la Cámara Nacional de Representantes (1970-1974). Sus cargos, aunque políticos, los había ocupado de manera “funcional” (en representación de los  industriales).

Fue luego de dejar las empresas de Noboa cuando sucede como líder indiscutible al ex presidente Camilo Ponce Enríquez en la cúpula del Partido Social Cristiano (PSC), al que se afilió en 1978 y con el que primero llegó al Congreso (1980-1984), a Carondelet y más tarde a la Alcaldía de Guayaquil (1992-1996 y 1996-2000), desde donde practicó una economía social de mercado para algunos y, para sus críticos, el neoliberalismo.

En su último paso por el Congreso, antes de postularse a la Presidencia, comenzó a volverse más “mediático” por sus duras interpelaciones a ministros. Pero fue la interpelación al ministro de Gobierno Carlos Feraud,   por el caso “Muñecas de trapo” -sobreprecio en la importación de juguetes  para hijos de policías- la que lo catapultó como político.

Feraud renunció a su cargo en septiembre de 1981.

Para sus  partidarios fue el más férreo defensor de los principios liberales y democráticos. “Libró al país cuando  la izquierda convertida en guerrilla sacó sus armas”, expresa Heinz Moeller, ministro de Gobierno en el último año de su mandato tras la salida de Luis Robles Plaza, enjuiciado por el Congreso por “vicios en procedimientos”, pese a lo cual no dejó enseguida el cargo, pues contaba con el respaldo del entonces Mandatario.

Para sus opositores, lo contrario: fue autoritario en la Presidencia, atentó contra la libertad de expresión (clausuró momentáneamente 37 radios), vulneró los derechos humanos y condicionó a varios gobiernos al controlar los entes judiciales y legislativos, ya fuera de Carondelet.

Con el apoyo del Frente de Reconstrucción Nacional (integrado por los partidos Conservador y Liberal Radical, y movimientos Nacionalista Revolucionario y Velasquista) llegó a la Presidencia usando el eslogan “Pan, techo y empleo”, que analistas de entonces indicaron no alcanzó a cumplir.

Él decía que administró cuatro años con presupuesto para tres, por la caída de los precios del petróleo, de 25 a 6 dólares, y la rotura del oleoducto que paralizó la producción siete meses, lo que mermó ingresos por $ 3.000 millones.

Una de las acciones que más se le criticó sucedió en el inicio de su gestión (octubre 5 de 1984), cuando desconoció la elección parlamentaria de los magistrados en la Corte Suprema de Justicia (CSJ) y bloqueó el edificio con tanques trucutú. Diez días después renuncian los jueces que estaban en funciones desde1979 (y debían cesar en 1986) y el Congreso elige otros jueces. Moeller expresa que se dialogó con Raúl Baca (ID), principal del Congreso, y enseguida se nombró presidente de la CSJ a Gonzalo Córdova, fundador de ID. “No es que León puso a la Corte, como repiten hoy”, indica.

“Con la Policía impedí que suban a la Corte los jueces que inconstitucionalmente habían sido nombrados”, se defendía el Mandatario que decía: Goberné frente a un Congreso de oposición dominado por el bloque progresista que integraban la ID, DP, PRE, MPD, FADI y PSE. “Sin mayoría fuimos víctimas de una oposición brutal, que no nos dio tregua ni un solo instante”, dice hoy Blasco Peñaherrera, quien fuera su vicepresidente.

Para cumplir su compromiso de reconstrucción después del fenómeno El Niño, hizo carreteras y caminos en todo el país. construyó el hospital de niños Baca Ortiz en Quito; continuó proyectos hidroeléctricos, como la refinería Amazonas en el Oriente; la de Esmeraldas y el trasvase Daule-Peripa; la vía Perimetral en Guayaquil. En su Gobierno crecieron las exportaciones no petroleras, que en 1988 llegaron a los 1.800 millones de dólares, dos años antes habían sido apenas de 600. En salud llevó adelante el programa de Medicina Infantil Gratuita, con el apoyo de María Eugenia Cordovez, su esposa de quien se separó al dejar Carondelet. También se entregaron 101 mil viviendas (él había ofrecido 120 mil durante su campaña).

“(LFC) Sí controló la calidad del gasto público y me atrevería a decir que ha sido el Gobierno que más propulsó la vivienda popular”, afirma Carlos Pareja, secretario de su Presidencia.

“Fueron cuatro años que no pude dedicar el 100% de mis esfuerzos a trabajar por el país, sino que tuve que dedicar un alto porcentaje de mi tiempo a evitar que el Congreso me tumbe, porque tuve conspiraciones permanentes que terminaron con  el famoso secuestro de Taura”, decía LFC sobre el suceso ocurrido en 1987 cuando hubo revuelta militar en esa base aérea, donde fueron asesinados cinco hombres de la guardia presidencial.

Pero como Alcalde en dos periodos seguidos y después como diputado   adquirió poder político desde el bloque socialcristiano, pues contaba con  una bancada legislativa favorable.

Esa mayoría -ya sea porque era la primera fuerza política o porque armaba grupos con aliados- le permitía, por ejemplo, designar a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia (CSJ). En la Asamblea de 1998 la DP y el PSC eran las dos fuerzas de mayoría (al inicio aliadas). En el Congreso de 1998 los socialcristianos se convirtieron en la segunda fuerza detrás de la DP. Y en el 2002, cuando LFC regresó al Legislativo como el diputado más votado del país, aunque solo asistió a cinco sesiones, se consolidó como la primera fuerza (26 diputados de 100).

Las decisiones claves se tomaban en su casa, en Urdesa; de hecho, allí se armaban y aprobaban las listas de candidatos.

Jacinto Velázquez, amigo de LFC, pero desafiliado del PSC en 1985 por sus cuestionamientos a su Gobierno, cree que de Febres-Cordero y su influencia en la justicia se ha armado una novela. “Desde luego que tenía a personas allegadas al PSC en la Corte, pero por una  razón sencilla: la Corte era nombrada por  el Congreso, según la Constitución. No todos eran del PSC, había quienes no porque ese partido era solo la cuarta o tercera parte del Congreso Nacional. Tal vez de 30 nombraba a cinco o seis”, manifiesta.

Las esferas políticas lo percibían con tal poder que se lo llamaba “El dueño del país”. LFC explicó el origen del apelativo. En 1997 el magistrado Jorge Maldonado (PSC), durante una pugna entre el Congreso y la Corte Suprema, dijo que él  “no solo que manda en las cortes, sino que es dueño del país”.

“Esa fue una frase bienintencionada expresada por un buen amigo mío... Expresión hecha sin ninguna connotación de no ser la de significar que yo tenía liderazgo. Esa expresión bienintencionada fue tomada por un sinvergüenza de Guayaquil que la usó políticamente”, aseguró LFC en alusión a Carlos Solórzano Constantine, entonces titular de la CSJ.
Solórzano ya no quiere hablar del tema, pero decía cosas como estas: “El Congreso ha dejado de serlo, para ser un apéndice de El Cortijo”.

“Hubo mucha gente que se aprovechó del nombre del ingeniero haciendo cosas que él jamás debe haber conocido... Es verdad que cuando retoma el Legislativo tiene un manejo de poder más amplio, pero no en beneficio propio”, asegura Xavier Sandoval, su secretario durante los ocho años de Alcaldía y su  alterno en el Congreso en el primer periodo de legislador.

¿Y por qué se reunió con jueces en casas particulares? “Querían tratar con él los problemas de la Función Judicial, lo que se podía hacer en el Congreso”. ¿Y por qué no públicamente? “Por posibles cuestionamientos porque ya se decía que la Función Judicial estaba sometida a él”.