Los espejos han fascinado a las personas desde que el confundido y joven Narciso del mito eligió morir a los pies de un estanque, donde veía su propio reflejo, antes que dejar atrás a su “amado”.

Pero para los científicos, los espejos son herramientas poderosas para explorar cuestiones de percepción y cognición en los humanos y en otras especias neurológicamente dotadas. Los científicos también los aplican en la medicina, para crear imágenes reflejadas de extremidades u otras partes de los cuerpos de pacientes y así engañar al cerebro para que se sane a sí mismo.

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La terapia ha tenido éxito a la hora de tratar desórdenes como el síndrome de extremidad fantasma, dolor crónico y parálisis después de un derrame cerebral.

“En cierto sentido, los espejos son el mejor sistema de ‘realidad virtual’ que podamos construir”, dijo Marco Bertamini, investigador de la Universidad de Liverpool.

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“El objeto ‘dentro’ del espejo es virtual, aunque en lo que concierne a nuestros ojos existe en igual medida que cualquier otro objeto”.

Otros investigadores han determinado que pueden tener un efecto sutil en el comportamiento humano, con frecuencia de formas sorprendentemente positivas. C. Neil Macrae, Galen V. Bodenhausen y Alan B. Milne, en reportes publicados en la revista de psicología Journal of Personality and Social Psychology, hallaron que, comparativamente hablando, había menos probabilidades de que las personas en una habitación con un espejo juzgaran a los demás con base en estereotipos sociales de género, raza o religión.

Sin embargo, cuando se habla de formas socialmente aceptables de establecer estereotipos, dijo Bodenhausen, como etiquetar a todos los políticos de mentirosos o a todos los abogados de sinvergüenzas, la presencia de un espejo puede acabar aumentando, en lugar de limitando, la disposición a generalizar.

Las pocas especies no humanas que se ha hallado que se reconocen a sí mismas en un espejo son aquellas con vidas sociales sofisticadas.

Los grandes simios –chimpancés, orangutanes– junto con los delfines y los elefantes asiáticos, escudriñarán, cuando les da un espejo, marcas que han sido aplicadas a sus rostros o cuerpos. Estos animales también revisarán su higiene, inspeccionando sus bocas, fosas nasales y genitales.

Pero no todos los miembros de una especie certificada en esta habilidad pasarán la prueba del espejo. Es revelador, dijo Diana Reiss, catedrática de psicología en la Universidad Hunter, quien ha estudiado el autoreconocimiento en el espejo en elefantes y delfines, que “los animales criados en aislamiento no parecen reconocerse a sí mismos”.

Los humanos tampoco ven, necesariamente, el rostro en el espejo. Nicholas Epley y Erin Whitchurch describieron, en un reporte en la revista de psicología social The Personality and Social Psychology Bulletin, experimentos en los que pedían a personas que identificaran retratos de sí mismas entre una selección de rostros para distraer. Los participantes identificaron sus retratos con mayor velocidad cuando sus rostros eran retocados por computadora para ser 20% más atractivos.

Cuando miramos en el espejo, nuestra belleza relativa no es lo único que juzgamos mal. En una serie de estudios, Bertamini y sus colegas han hecho preguntas como: imagine que está parado delante de un espejo en el baño, ¿qué tan grande cree que es la imagen de su rostro en la superficie? Y, ¿qué sucedería con el tamaño de esa imagen si retrocediera de manera constante, alejándose del espejo?

A la primera pregunta la mayoría de las personas responde: El contorno de mi rostro sería, con bastante precisión, el tamaño de mi rostro. En cuanto a la segunda, es obvio: si me alejo, el tamaño de mi imagen se reducirá con cada paso que dé.

Resulta que ambas respuestas son incorrectas. Dibuje el contorno de su rostro en un espejo y se dará cuenta que es, de la mitad del tamaño de su rostro real. Retroceda y el tamaño de ese contorno ovalado no va a cambiar, incluso al tiempo que cambia la escena del fondo reflejada en el espejo.