Analistas señalan que el nuevo gobierno cubano es más pragmático y menos idealista.
La búsqueda de una Cuba “realista” más que de una Cuba “igualitaria”, mediante inesperadas medidas económicas y sociales, ha caracterizado al año transcurrido desde que Fidel Castro cedió el gobierno de la isla a su hermano Raúl.
El pasado 12 de julio, en el Parlamento, Raúl Castro, al definir el socialismo, destacó que implica justicia social e igualdad de derechos y oportunidades, mas no de ingresos. “Igualdad no es igualitarismo”, dijo.
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Por esto pidió “realismo, trabajo y productividad” para lograr lo que define como “modelo sustentable de revolución”, que aumente el nivel de vida de la población”.
Para lograrlo destacó como prioridad y como asunto de seguridad nacional el descentralizar la agricultura, entregando tierras a los campesinos para producir más alimentos.
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Castro defendió en todo momento el socialismo como modelo, “pero asentado sobre bases realistas” con el principio de que la tierra produzca con más eficiencia, “independientemente de que sea una gran empresa, una cooperativa o un campesino”, pues todas estas formas de propiedad y producción pueden coexistir armónicamente “ya que ninguna es antagónica al socialismo”.
“La meta es aumentar la producción de alimentos para bajar los precios y reducir las importaciones”, afirma el economista Omar Everleny, vicedirector del Centro de Estudios de la Economía Cubana, de la Universidad de La Habana.
Everleny también sostiene que la economía cubana está transformándose hacia un modelo más descentralizado “que tiene que estimular las fuerzas productivas”.
Enfatiza en la importancia de elevar la productividad económica de la agricultura para bajar los precios de los alimentos como método para aumentar el poder adquisitivo del salario de los trabajadores.
El mismo Raúl Castro ha admitido la necesidad de aumentar la productividad para poder aumentar los salarios.
Leonardo Padura Fuentes, en un editorial del diario El Tiempo de Bogotá, del 17 de julio, resalta que 46 años después de la proclamación del socialismo cubano, este va dejando espacio a un realismo (socialista) en el que se le pide a la gente que trabaje no solo porque el trabajo engrandece al hombre y lo justifica como ser social, sino porque si trabaja más y mejor, podrá tener más dinero.
Padura, escritor y periodista cubano, afirma que es una señal de que “la vida real y el discurso” empiezan a acercarse. El propio gobierno ha reconocido que los salarios que paga el Estado son insuficientes. Eso es realismo, y su manifestación se reduce a pocas palabras: la gente no puede vivir solo de lo que el Estado paga por su trabajo”.
Agrega Padura que si bien es cierto que muchas cosas que se espera cambien en Cuba aún no lo han hecho, resulta evidente que se va modificando la relación entre el discurso y la realidad, y “este es, sin duda, un cambio grande y significativo en un país urgido de soluciones que empiecen a recolocar las cosas en su sitio”.
Según el analista de la BBC Emilio San Pedro, la señal que se envía tanto a nivel interno como externo es que la Cuba de Raúl Castro –considerado un pragmático– será muy diferente de la Cuba que por casi 50 años condujo su hermano Fidel, un idealista.