Algunos espías tienen lealtad por dos patrias

Un día de febrero de 2005, agentes del FBI rescataron un montón de rollos de papel de la basura de Chi Mak, ingeniero que trabajaba para un contratista del área de Defensa en California. Luego de ser laboriosamente reconstruidas, las notas hechas trizas resultaron ser lo que para la oficina eran instrucciones para Mak con los datos técnicos que debía robar y entregar a China.

Mak, que emigró de China hace 3 décadas y en 1985 se convirtió en ciudadano estadounidense, fue sentenciado el mes pasado a 24 años de cárcel por exportar ilegalmente información controlada y mentir al respecto. Dirigiéndose al juez cuando éste afirmó que había traicionado a Estados Unidos, Mak, de 67 años, protestó: “Nunca tuve la intención de perjudicar al país. Yo amo este país”.

Publicidad

Un nuevo estudio del Departamento de Defensa muestra que la lealtad dividida, en general proveniente de estadounidenses naturalizados con raíces en una patria extranjera, ha pasado a ser el motivo dominante. Entre 1947 y 1990 menos de 1 de cada 5 estadounidenses acusados de espionaje actuó exclusiva o principalmente por lealtad patriótica –lo contrario de ideológica– a un país extranjero.

Desde 1990, según la autora del estudio, Katherine L. Herbig, la lealtad dividida ha sido el motivo exclusivo o primordial en cerca de la mitad de los casos. “La lealtad dual es un problema que no veíamos en esta escala desde la Revolución”, cuando muchos colonos juraban lealtad al rey británico, dijo Joel F. Brenner, oficial de contrainteligencia de la Dirección Nacional de Inteligencia.

La tendencia sale a la luz en un momento complicado para las agencias de inteligencia del país. Admitiendo que prácticamente no tienen esperanzas de infiltrarse en Al Qaeda sin más conocimientos del árabe o frenar el espionaje chino sin más gente que hable bien chino, la Agencia Central de Inteligencia y la Agencia de Seguridad Nacional abandonan viejas políticas de seguridad que excluían de acreditaciones de alto nivel a muchos estadounidenses con parientes extranjeros.

Publicidad

“La comunidad de inteligencia debe enfrentar un riesgo particularmente difícil de manejar”, dijo Brenner. “Es difícil llevar a cabo verificaciones sobre antecedentes en personas de lugares remotos”.

¿Por qué hay estadounidenses que traicionan a su país? Desde hace tiempo, instructores del área de contrainteligencia dan como respuesta el acrónimo MICE, por money (dinero), ideología, compromiso, ego.

Publicidad

Tal vez sea hora de actualizarlo como MINCE, agregando el nacionalismo. O MINCES, con guiño a los constantes aportes del sexo, como en el caso de Donald W. Keyser, funcionario del Departamento de Estado cuya relación con una oficial de inteligencia de Taiwán desembocó el año pasado en una condena por posesión de documentos confidenciales y por mentir a investigadores.

En la compleja ecuación que produce una traición, rara vez actúa solamente un motivo. Pero diferentes épocas han presentados diferentes motivaciones dominantes.

La primera gran ola fue la ideología, surgida de una fascinación inicial con el experimento soviético, que prometía la liberación de las desigualdades del capitalismo. Julius Rosenberg, por ejemplo, cuyos padres habían trabajado en talleres clandestinos de la ciudad de Nueva York, se unió a la Liga de la Juventud Comunista siendo adolescente; fue uno de los muchos comunistas estadounidenses y británicos que entregaron secretos a la inteligencia soviética.

No obstante, en los 70, la desilusión con los crímenes del comunismo hizo que pocos abrazaran la causa soviética gratis. El dinero dominó la segunda ola: cientos de miles de dólares fueron para el círculo de espionaje.

Publicidad

La tercera ola muestra mucha menos ambición. El dinero, único y principal motivo para dos tercios de los espías que dieron el puntapié inicial en los 80, fue la principal motivación sólo para un cuarto de los espías desde 1990 en adelante, según las conclusiones del nuevo análisis de Herbig. En los 11 casos más recientes de espionaje no se pagó dinero.

Fueron, en su mayor parte, llevados a cabo por estadounidenses naturalizados que espiaban por devoción a otro país: Cuba, Filipinas, Corea del Sur, Egipto, Irak. En un puñado de casos, se trató de musulmanes acusados de tener vinculaciones con Al Qaeda u otros grupos terroristas; entre éstos figura Hassan Abujihaad, un estadounidense convertido al islam condenado el mes pasado por brindar información sobre barcos de la marina a un sospechoso de financiar terroristas.

Después está la erupción de los casos chinos, principalmente el de Mak. Los fiscales lo definieron como el clásico agente “encubierto” que trabajó por años en puestos técnicos antes de entregar información militar a China, entre otras cosas tres discos de datos encriptados. Mak, así como sus amigos y algunos chino- estadounidenses, sostienen que su procesamiento puso de manifiesto la paranoia antichina. Señalaron que la información que proveyó no era secreta y había sido presentada en congresos internacionales.