Platero viene cargado de importantes conceptos humanistas, algunos de los cuales ni siquiera se habían desarrollado en la época del autor, como la ecología, léase si no el capítulo ‘El río’: “Mira, Platero, cómo han puesto al río entre las minas, el mal corazón y el padrastreo… El cobre de Riotinto lo ha envenenado todo”. O, en otro pasaje, “cuerpo grande y sano de la Naturaleza, que respetado, da a quien lo merece el espectáculo sumiso de su hermosura resplandeciente y eterna”.

Se respira a lo largo de todas las páginas un aire libertario, de resistencia al poder: “Desde niño, Platero, tuve un horror instintivo al apólogo, a la iglesia, a la Guardia Civil…” Describe a un agente de recaudación: “un hombre oscuro, con una gorra y un pincho, roja un instante la cara fea por la luz del cigarro…”, ¡qué suerte de Juan Ramón, sólo llevaba mariposas blancas en su burrito! Cuando me hagan una auditoría quiero abrir el cajón y decir: “Vea usted… Mariposas blancas… Y el alimento ideal pasa, libre y cándido, sin pagar tributo a los consumos”.

Trae también el libro certeras disecciones del alma humana hasta dar con las torpes pasiones, que todos las tenemos. En esa línea, puesto que estamos entrando en Semana Santa, vale revisar el capítulo titulado ‘Judas’. En él se refiere a la costumbre que existía en la Moguer de su tiempo de disparar, en Sábado Santo, contra un muñeco colgado que representaba a Judas… “Sólo que Judas, hoy, Platero, es el diputado,… o el alcalde… y cada hombre descarga su escopeta cobarde, hecho niño esta mañana del Sábado Santo, contra el que tiene su odio…”.

Diariamente los seres humanos colgamos nuestros judas, a los que acusamos de ser los causantes de nuestros males y les disparamos nuestras cobardes escopetas verbales, creyendo con eso conjurar el mal. Así, el subdesarrollo, la pobreza y la inseguridad, no son culpa de nuestra desidia, imprevisión e irracionalidad, sino de algún judas: el imperialismo, la CIA, el neoliberalismo, la partidocracia, …o cualquier otro esperpento y creemos que apedreándolo o disparando perdigones contra él, se acabarán nuestros problemas.

Maravilloso libro en el que encuentro siempre expresiones plenas de sabiduría para tantas inquietudes. No son respuestas… A veces solo son maneras exquisitas de replantear mis propias incertidumbres: “Platero, acaso ella se iba –¿a dónde?–”.