Con la llegada al poder de Evo Morales, los indígenas se sienten reivindicados, pero La Justa, una popular mujer aymara animadora de un programa de televisión, teme que ocurra una reacción contra los no indígenas.
La Justa es una vivaz indígena cuyo programa de cocina ayudó a cambiar el paisaje televisivo de Bolivia, dominado por rostros más blancos y que ahora está preocupada por el aumento de la tensión étnica.
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Justa Canaviri Choque, La Justa, viste polleras de múltiples pliegues, luce trenzas largas y sombrero bombín típicos de las cholas, como se llama a las mujeres indígenas de La Paz.
La popular conductora de la televisión estatal, antes en una red privada, está orgullosa de que Bolivia tenga en Evo Morales a su primer presidente indígena, tras cinco siglos de racismo que siguieron a la conquista española, pero le preocupa que el creciente orgullo indio desate una reacción contra los descendientes de europeos.
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“Este es el tiempo que estábamos esperando muchos, desde mis abuelos”, dice la chola de 45 años. “Pero también tenemos que reconocer que en algún momento nos estamos equivocando en diferenciarnos mucho (del) blanco, es decir que nosotros somos mejores”, agregó.
Aunque las líneas de diferencia racial son borrosas, Morales levanta la bandera del orgullo indígena e impulsa cambios para dar más poder a los grupos “originarios”.
Algunos cambios ya resultan evidentes: miembros de la nueva élite gubernamental comparten lujosos bares con blancos que gobernaron en el pasado y comerciantes adinerados, con escasa educación formal, se mudan a los barrios exclusivos de La Paz.
Pero el estilo de confrontación de Morales ha molestado a bolivianos que no se consideran indígenas ni mestizos.
“Antes tu empleada era tu empleada, ahora tu empleada puede ser tu jefa. ¡Y cuidado!”, opinó Gabriela Ugarte, relacionista pública de 35 años, describiendo la preocupación de la élite de Bolivia.
Algunos en ambos extremos del espectro étnico acusan a Morales de utilizar políticamente su herencia india y observan que el cocalero es en realidad un mestizo, que usa calzados deportivos en vez de abarcas y habla con fluidez solo español.
Henry Martín Román, de 25 años y quien se describe a sí mismo como un indígena urbanizado, afirma que ha habido un rescate de la imagen del indígena, al recordar cómo muchos indígenas solían cambiar sus apellidos por otros de origen español.
“Hoy es un fenómeno al reverso. Quieren ser Mamanis y Choquehuancas”, sostuvo, refiriéndose a dos muy comunes apellidos aymaras. “Nadie niega su identidad”.