El punto central de acción era un área de casi cien hectáreas de arena, donde funcionaba una camaronera, ubicada en la población de Engunga (Guayas), a 300 metros del mar.
“Producían poco camarón. Solo lo necesario para justificar su existencia, sin que nadie sospechara de lo que en realidad hacían”, aseguró sin identificarse uno de los policías que resguardan el establecimiento.
Publicidad
Junto a él, otros gendarmes, fuertemente armados y encapuchados, mostraron ayer la forma en que los narcotraficantes almacenaban el clorhidrato de cocaína que traían desde Colombia y lo distribuían vía marítima a otros países.
El recorrido se inició en una casa de madera de tres pisos (en medio de la camaronera), donde la madrugada del pasado jueves un piquete de uniformados sorprendió a siete implicados en el caso.
Publicidad
En el inmueble, provisto de energía eléctrica y una cisterna de agua, solo se hallaron televisores, decenas de películas y camas que los ahora detenidos usaban para distraerse mientras custodiaban el recinto.
Todo lo realmente valioso para la organización delictiva estaba enterrado en la arena.
Bajo el piso de uno de los galpones de la vivienda, por ejemplo, se encontraron varios tachos plásticos, donde se guardaban las armas y municiones. En ese mismo sitio, un cuarto de madera subterráneo era el lugar donde los narcotraficantes reforzaban los paquetes del alcaloide envolviéndolos con cauchos y cinta de embalaje.
A pocos metros, la Policía encontró un contenedor bajo la arena, en el que se almacenaba el alcaloide.
“Cuando tenían una cantidad considerable de droga, procedían a sacarla al mar para exportarla”, expresó un agente.
Para esta operación, los narcotraficantes usaban seis lanchas con dos motores, de 200 caballos de fuerza. En cada una, se transportaban hasta cuatro toneladas de estupefacientes.
“Los motores les daban una potencia y velocidad tal, que podían llegar hasta México sin ningún problema”, afirmó sin identificarse uno de los oficiales, mientras mostraba dos de las lanchas camufladas en un galpón, construido bajo una casa de ladrillo sin techo, frente a un canal de agua.
Otras dos estaban guardadas en otros cuartos de madera subterráneos. Las demás, las más grandes, se hallaron enterradas sin ninguna protección en la arena. “Los antisociales usaban una retroexcavadora para quitar la arena y así permitir que el agua entre por el canal y haga flotar las lanchas cuando la marea subía. Así, las sacaban hasta altamar”, sostuvo.
En otras áreas debajo de la arena los gendarmes mostraron los tachos de gasolina y aceite que usaban para poner en marcha las embarcaciones, además de los repuestos originales que adquirieron, “para remediar rápidamente cualquier daño que se les presentara”.
Según los agentes, es probable que todavía exista droga escondida bajo las piscinas de camarón. “Hay indicios de que faltaría el 40% más de alcaloide escondido”, dijo uno de ellos, quien mantuvo su nombre en reserva. Él informó que están esperando una orden de la Fiscalía para vaciar las piscinas y comenzar a excavar.
Mientras tanto, el mal olor en el recinto se incrementa, pues el marisco ha comenzado a descomponerse.
DETALLES: Investigación
Antecedentes
Fuentes extraoficiales indicaron que la camaronera donde se halló la droga se estableció en 1987. A partir de entonces, tres personas han administrado ese negocio. La última de ellas, cuyo nombre no fue revelado, se hizo cargo desde 1995.
Desde el aire
Uno de los gendarmes que custodian el establecimiento, señaló que los movimientos de la banda fueron investigados por agentes de inteligencia policial, quienes estudiaron el actuar de los narcotraficantes a través de fotografías tomadas desde el helicóptero de la institución.
Vigilancia
El policía dijo que la investigación desde tierra fue limitada, pues los delincuentes hacían patrullaje continuo en vehículos por los alrededores de la zona.