“El vicepresidente de la República es un conspirador a sueldo”, dijo, en 1968, el entonces presidente de la República, José María Velasco Ibarra, refiriéndose a Jorge Zavala Baquerizo, quien ocupaba la segunda magistratura del país.

Ese año, aunque Velasco ganó la presidencia, su compañero de fórmula Víctor Hugo Sicouret Pazmiño, no alcanzó los votos suficientes porque entonces no se votaba por binomio a las primeras magistraturas del Estado, y Zavala, representado en otra papeleta ganó la vicepresidencia.

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Entonces, la Constitución contemplaba como única función del Vicepresidente reemplazar al Presidente “en caso necesario” y Zavala no estaba dispuesto a ser una figura insignificante. De ahí la frase de Velasco.

Si en ese tiempo, por la forma de elección, la figura vicepresidencial podía significar tener de compañero incluso a un enemigo político, luego los cambios a la Constitución y a la ley de Elecciones, en 1978, que permitieron elegir a Presidente y Vicepresidente en una sola papeleta, no siempre han permitido el buen entendimiento entre los principales mandatarios del país.

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Además de las pugnas y distanciamientos entre los actuales mandatarios, coronel Lucio Gutiérrez y Alfredo Palacio, la historia del país registra otros (ver recuadros).

¿Se generan los conflictos por la relación interpersonal de los mandatarios o porque la figura vicepresidencial no siempre está clara y definida?
Con el regreso a la vida democrática, la Constitución de 1978, estableció que el vicepresidente se hiciera cargo del Consejo Nacional de Desarrollo (Conade).
“Eso colocó en una posición de casi inevitable conflicto y discrepancias al presidente y vicepresidente de la República”, sostiene el ex vicepresidente Blasco Peñaherrera, quien llegó al poder en fórmula con el ex mandatario León Febres-Cordero (1984-1988).

“Al asignarle la presidencia del Conade, el Vicepresidente tenía delegados en casi todos los organismos del Estado, en los cuales el presidente de la República, también tenía sus representaciones. En consecuencia al colocarle en esa posición al Vicepresidente, le estaban creando un riesgo de conflicto con el Presidente”, explica Peñaherrera.

El Vicepresidente tenía además la obligación de presentar un informe anual al Congreso sobre la ejecución del Plan de Desarrollo. “Eso quería decir que al Vicepresidente le daban la función de fiscalizar la obra del gobierno, lo cual era absurdo”, precisa el ex Vicepresidente.

Aunque no hubo pugnas, analistas han sostenido  que un claro ejemplo de que cómo un Vicepresidente llegó a ocupar un alto perfil se dio durante el gobierno de Sixto Durán-Ballén (1992-1996), cuando el segundo mandatario, Alberto Dahik, manejaba la política económica del país.

La nueva Constitución, en 1997, después de la Asamblea Constituyente, determinó que las funciones del vicepresidente de la República serán las que le asigne el Primer Mandatario.

“En el país no se encontraban fórmulas perfectas para las funciones del Vicepresidente y por eso el hecho de que tuviera funciones paralelas a las del Presidente creaba conflictos; de ahí que lo mejor era que el propio Presidente le designara sus funciones al Segundo Mandatario, y que solo ante una falta definitiva el Vicepresidente lo reemplace”, refiere el constitucionalista Orlando Alcívar, integrante de la Asamblea de 1997.

“Debe ser así, el Vicepresidente es un designado por el Presidente”, dice Peñaherrera, para quien de esta forma no deberían generarse conflictos, “pero si se dan, es ya por una cuestión de relaciones personales”.

“Ser vicepresidente no es fácil”, asegura la ex vicepresidenta Rosalía Arteaga, quien formó binomio con el ex presidente Abdalá Bucaram (1996-1997).

 “El cargo en sí mismo tiene una serie de dificultades; si se tiene un perfil alto se piensa que está serruchándole  el piso al Presidente, y si se tiene un perfil bajo, comienzan los cuestionamientos de que para qué existe el cargo”, expresa Arteaga, quien  una vez, destituido Bucaram, no asumió la Presidencia hasta el término del periodo constitucional porque el Congreso argumentó que las reformas en ese sentido no se habían incluido en la Constitución.

Así se desempeñó también como vicepresidenta con Fabián Alarcón (1996-1998), designado por el Congreso.

“Es complejo”, insiste Arteaga refiriéndose al cargo, y añade: “Además son complejas las relaciones interpersonales”.

El objetivo de que las funciones del Vicepresidente sean designadas por el Presidente, era reforzar el presidencialismo en el país, explica Alcívar, quien lamenta que ni ello haya evitado que el Ejecutivo se debilite, “porque la gente no cambia”.
 
 Otros casos
Velasco-Arosemena
 En 1961, el vicepresidente Carlos Julio Arosemena describió a los funcionarios del gobierno de José María Velasco Ibarra, como un grupo de “hombres enloquecidos por el dinero” y proclamó que el régimen había elevado “a la corrupción como tesis de Gobierno”. El  6 de noviembre de ese año, Arosemena fue apresado, pero el Congreso  le entregó el mandato luego que fue derrocado Velasco.

Velasco-Zavala
En 1968, José María Velasco Ibarra ganó la Presidencia de la República, pero no su compañero de papeleta, Víctor Hugo Sicouret Pazmiño. Jorge Zavala Baquerizo obtuvo la Vicepresidencia, porque no se votaba en fórmula. Según la Constitución, la única función del Vicepresidente era reemplazar al Presidente “en caso necesario”. Zavala exigió una oficina, de lo contrario colocaría un escritorio en la Plaza de la Independencia, con un cartel de Vicepresidente del Ecuador.

Hurtado-Roldós
El inicio de la pugna comenzó en 1982, a raíz de la elección de León Roldós como vicepresidente, que no contó con los votos del partido de Hurtado, Democracia Popular. Los conflictos se agudizaron por las críticas de Hurtado hacia la administración de Roldós, durante una entrevista. Incluso antes de que Roldós asumiera no había buenas relaciones.

LFC-Peñaherrera
Léon Febres-Cordero y su vicepresidente Blasco Peñaherrera tuvieron una pugna porque Peñaherrera cuestionó los contratos para la construcción de la Perimetral en Guayaquil, por considerarlos muy costosos.  Durante el ‘Taurazo’, en 1987, cuando comandos de la Fuerza Aérea secuestraron a Febres-Cordero en la Base Aérea de Taura, el ministro de Defensa y el vicepresidente Peñaherrera redactaron los decretos para que este asuma la presidencia, pero luego el Segundo Mandatario tomó la decisión de no asumir el cargo. El Congreso Nacional criticó la decisión. “Yo nunca fui conspirador”, asegura Peñaherrera. “El propio Febres-Cordero tuvo la decencia, tiempo después, de reconocerlo”, agrega.

Bucaram-Arteaga

El distanciamiento se produjo una vez que asumieron el poder, en 1996. La vicepresidenta Rosalía Arteaga siempre se quejó de que no participaba plenamente del gobierno de Abdalá Bucaram.

Alarcón-Arteaga
La vicepresidenta Rosalía Arteaga, en 1997, denunció a la prensa ser “víctima de retaliaciones”  del gobierno del presidente interino Fabián Alarcón y acusó al Congreso de  “estar empeñado en violar la Constitución Política” porque en su caso, no se dio la sucesión presidencial una vez que fue destituido, por el Congreso, Abdalá Bucaram.