Los turistas se agolpan para llevarse un recuerdo de los gigantescos rostros tallados en roca que han puesto esta  isla chilena en la atención mundial, pues los moai de este lugar son de los pocos que aún conservan sus rasgos milenarios.

Sin embargo, el deterioro de buena parte de los 870 colosos, sus plataformas ceremoniales o ahu y sus  petroglifos, podría  empujar a la Unesco  a poner a Pascua en la lista de patrimonio en riesgo, paso previo a sacarla de la lista de patrimonio de la humanidad a la que pertenece desde 1995.

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“La Unesco es muy cautelosa antes de llegar a este tipo de acciones, porque es algo grave. Pero lo digo francamente: personalmente, no como institución, aquí hay un patrimonio en peligro”, dijo a Reuters Francesco di Castri, ex subdirector de la Unesco y ex presidente del Instituto Mundial de Ciencias.

Pese a que los moai le pertenecen, la escasez de recursos ha impedido que Chile responda a esta emergencia científica. “Postulamos a Pascua como Patrimonio de la Humanidad, pero el Estado chileno no ha puesto nada para la conservación de los moai”, reclamó Mónica Bahamóndez, jefa técnica del Centro Nacional de Conservación y Restauración.   

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El ánimo isleño mejoró  cuando hace poco se supo que la firma alemana Maar prometió a la Unesco un proyecto para conservar las estatuas, por 11,5 millones de dólares.

Las inmensas moles de piedra volcánica o toba, talladas entre 400 y 1.300 años atrás,   miden en promedio cuatro a 6m y pesan sobre las 80 toneladas cada uno.

El titánico esfuerzo que significó su traslado desde la cantera hasta su ubicación final en cada una de las bahías de la isla ha levantado cientos de teorías.

Pero la ciencia y, más que nadie, los orgullosos rapa nui, han dejado en claro que fueron sus propios antepasados los que los tallaron, movieron, erigieron en sus plataformas y luego de infernales luchas tribales, los derrumbaron.
El paso del tiempo, la erosión del viento y sobre todo, la lluvia, desgarraron la debilitada roca.

Ovejas, caballos y vacas frotan sus lomos y defecan sobre los indefensos moai, supuestamente protegidos en un parque nacional que abarca casi toda la isla.

A ellos se agregan los turistas que, en busca de un recuerdo, rompieron  estatuas e incluso algunos isleños, que, con poca consideración, las quemaron tras prender fuego a sus tierras para renovar el pasto.