Hace cuatro años, en un acto de cortesía o quizás una premonición, el presidente Fernando Henrique Cardoso dijo que el hombre al cual acababa de derrotar regresaría algún día con la victoria.
 
Algún día usted va a vivir aquí, dijo Cardoso a Luiz Inácio Lula da Silva, dándole la bienvenida a una cena privada en el Palacio de la Alvorada, en Brasilia.
 
Solamente lo podía considerar una broma, dijo Lula sobre el encuentro.
 
Desde las zonas más áridas de Brasil hasta convertirse en el favorito en la contienda presidencial, el viaje del hombre que muchos conocen solamente como Lula ha sido largo.
 
Penúltimo de ocho hermanos, Silva nació en 1945 en Caetes, un poblado pobre en la seca zona noroeste de Brasil. Aunque en su acta de nacimiento consta que nació el 6 de octubre, Silva dice que en realidad fue el 27 de octubre, como le asegura su madre.

Silva era un infante cuando su padre, Arístides, un empleado agrario empobrecido, abandonó a su familia en busca de fortuna en Santos, cerca de la metrópoli sudoriental de Sao Paulo, la mayor y más rica ciudad de Brasil.
 
Siete años después, la madre de Silva, Eurídice, se llevó a sus ocho hijos en camión a Guarujá, en un viaje de 13 días y 2.000 kilómetros a esa localidad vecina a Sao Paulo. En 1956 se mudaron todavía más cerca de la ciudad y vivieron en un pequeño cuarto en la parte trasera de un bar.
 
Abandonando la escuela luego de terminar el quinto grado, Silva se dedicó a lustrar zapatos y entregar ropas de un tintorero. A los 14 años obtuvo su primer trabajo de tiempo completo como empleado de una empresa metalúrgica en un suburbio industrial de Sao Paulo. Cuatro años después, se convirtió en operador de torno, ocupación que consta en su currículum y perdió el dedo meñique izquierdo en una prensa.
 
En 1966 ingresó al Sindicato Metalúrgico Sao Bernardo do Campo y tres años después se casó con María de Lourdes. Ella y su hijo nonato murieron un año después durante el alumbramiento en un hospital público.
 
En 1974, se casó con Marisa, madre de sus cuatro hijos. También es padre de Lurian, nacida fuera de matrimonio y quien a sus 28 años es una periodista que trabaja para la campaña de su padre.
 
Desarrollándose dentro del sindicato, Silva fue elegido su presidente en 1975 y fue reelecto en 1978. Al frente de la mejor organizada y más militante organización gremial del país, realizó una serie de huelgas contra del régimen militar vigente de 1964 a 1985, que lo tuvo brevemente en la cárcel en calidad de subversivo.
 
En 1980, Silva fundó el Partido de los Trabajadores, una amalgama de políticos de izquierda, clérigos progresivos, intelectuales y trabajadores. Tres años después ayudó a fundar la Unión Central de Trabajadores, una federación de gremios que dice tener más de 30 millones de afiliados.
 
En 1986, Silva fue electo al Congreso con 650.000 votos, mucho más que cualquier otro candidato a la cámara baja en esos comicios y ayudó a elaborar la constitución de 1988.
 
Tres años después se postuló a la presidencia y llegó a la segunda vuelta electoral antes de perder ante Fernando Collor de Mello, quien fue sometido a juicio político por corrupción en 1992. Silva trató nuevamente en 1994, pero perdió abrumadoramente ante Cardoso, cabeza de un plan económico que dominó la inflación meses antes.
 
Cuatro años después trató nuevamente. El plan económico estaba en problemas y la moneda perdía su valor, pero los votantes cautelosos optaron por seguir con Cardoso.
 
En este, su cuarto intento, Silva recibió la ayuda del experto en mercadeo Duda Mendonca, para cambiar su imagen a fin de atraer a un más amplio sector de votantes de entre los 115 millones de electores registrados en el país. Eligió al magnate textil José Alencar como su compañero de fórmula y recibió el apoyo de los ex presidentes José Sarney e Itamar Franco.
 
Aunque su voz ronca recuerda sus tiempos de dirigente gremial, su barba otrora negra es ahora blanca, prolija y cortada. Silva usa ahora trajes a la medida en lugar de la camiseta y boinas estilo Mao que prefería. Y aunque algunos brasileños no están contentos con que no hable inglés, al menos ahora su portugués es gramaticalmente correcto.
 
Su mensaje también ha cambiado. Ya no pide una moratoria a la deuda externa de Brasil, la nacionalización de los bancos o la expropiación de granjas y ranchos. Silva ahora dice que cumplirá con todos los compromisos internacionales de Brasil y que la reforma agraria no conlleva la ocupación de propiedades.
 
Lula ya no le causa miedo a todos, dijo Raymundo Magliano, presidente de la Bolsa de Valores de Sao Paulo. Es un hombre extremadamente inteligente que no tiene prejuicios.
 
El economista Luciano Coutinho, de la Universidad de Campinas, está de acuerdo.
 
El Partido de los Trabajadores formará un buen gobierno porque tiene a personal calificado para manejar el país. Lula tiene muchas cualidades y una de ellas es que sabe que no sabe todo, por lo cual escucha a los críticos, a diferencia de políticos con antecedentes académicos.
 
Algunos brasileños temen que las facciones más radicales del partido tengan influencia en su gobierno. En una reciente entrevista con la revista Veja, Silva desestimó esos temores.
 
Puede haber un 20 ó 30 por ciento de radicales en el partido. Pero esto no debe ser un problema porque entre el 70 y 80 por ciento de nuestros miembros no lo son y están de acuerdo con nuestras propuestas, dijo.