Para algunos niños y adolescentes el ser bajos de estatura puede ser motivo de complejos. Pero si sus padres los llevaran a tiempo al médico quizás todo sería diferente. Ambos entenderían que el crecimiento no solo está relacionado con el factor hereditario que no se puede modificar, sino también con una buena nutrición y salud.
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Cuando un niño normal nace mide aproximadamente 50 cm de altura, crece unos 25 durante su primer año de vida, y completa otros 10 o 12 cm a los 2 años. Después crece a una velocidad de 6 cm al año hasta los 12.
En este instante, dice el endocrinólogo infantil y genetista Daniel Gallegos González, se produce el desarrollo puberal que dura dos años y cesa entre los 16 y 17 años, cuando el crecimiento acaba con la maduración de los huesos.
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En el Ecuador, afirma, la talla promedio de los jóvenes es de 1,60 a 1,75 en el varón y de 1,60 a 1,65 en la mujer, producto de la influencia genética de nuestros aborígenes que en general son de talla baja. Pero los que provienen de familias extranjeras con genes europeos de la parte nórdica alcanzan una talla mayor porque las etnias son más altas.
Señal de alarma
La pediatra Piedad Cedeño de García, señala que todo recién nacido de bajo peso (menor de 2.500 gramos) con una talla inferior al promedio, amerita un seguimiento especial, sobre todo si nace con retardo del crecimiento intrauterino producto de múltiples factores como la preeclampsia (presión alta durante el embarazo), mal nutrición materna y todas las situaciones que alteren la nutrición del feto.
Gallegos agrega que si un bebé nace con una talla normal al momento del nacimiento, pero no crece bien a partir de los 3 años, hay que investigar si padece un déficit de las hormonas tiroidea y de crecimiento (GH); y más adelante, en el proceso de la pubertad, si hay ausencia o disminución de las hormonas sexuales: testosterona en el varón y estrógenos en la mujer.
Si bien es cierto que muchas hormonas trabajan juntas para estimular el desarrollo normal, la hormona GH promueve el crecimiento en las células musculares y óseas. La GH se produce todo el tiempo, pero especialmente durante la noche. “Por eso es necesario que los niños y adolescentes duerman suficiente para crecer. Además, el ejercicio y la baja del azúcar en la sangre también estimulan su secreción”, agrega el genetista.
Otras señales que causan talla baja, explica el endocrinólogo Enrique López Gavilánez, es una diabetes mal controlada (azúcar en la sangre), el exceso de corticoides (compuesto químico cuya actividad es semejante a la de las hormonas de la corteza suprarrenal), el raquitismo, una insuficiencia renal y otras enfermedades metabólicas.
Sin embargo, son las deficiencias hormonales, afirma Gallegos, las que se hacen más evidentes alrededor de los 13 años y es el médico quien decidirá si hay que seguir o no un tratamiento específico y cuándo llevarlo a cabo.
Exámenes necesarios
Aparte del examen de sangre que se hace a los niños y adolescentes para descartar alguna enfermedad o déficit hormonal que provoque la baja talla, se les mide la estatura para saber si están dentro de los rangos normales de crecimiento, dice Daniel Gallegos. Se necesita una radiografía de la mano y muñeca para poder valorar la edad ósea que debe coincidir con su edad cronológica.
También se averigua la talla de sus familiares como padres, hermanos, abuelos, tíos y primos, así como la edad de la primera menstruación de la madre y de la adolescencia del padre, para correlacionarlos con el desarrollo puberal del paciente y facilitar la detección de retrasos del desarrollo o pubertad precoz.
La doctora nutricionista Carmen Quiroz Aguilar investiga además, la historia de la alimentación actual y pasada para descartar trastornos nutricionales, si están durmiendo bien y cómo es el estado emocional del paciente ya que el estrés puede afectar la velocidad del crecimiento.
Qué hace crecer
Si la talla baja se debe al factor genético, explica el genetista, no existe ningún tratamiento farmacológico que los haga crecer. Pero, si el problema es el déficit hormonal sí hay cómo obtener unos centímetros más.
Se logra, según Enrique López, con el uso de la hormona de crecimiento GH que desde hace 30 años ha producido magníficos resultados. “Se la administra en forma de inyecciones subcutáneas, una diaria mientras sea preciso. Es usual observar una impresionante aceleración del crecimiento (10 a 12 cm por año) en el primero y segundo año de uso”.
El tratamiento se debe interrumpir cuando el individuo haya alcanzado la madurez ósea, que en el varón ocurre entre los 15 a 16 años y en la mujer a los 14, ya que después de eso la hormona no logra mayor beneficio.
Una advertencia importante es que si a un paciente de talla baja por herencia familiar, que no presenta ninguna deficiencia hormonal, le administran hormona de crecimiento sin necesitarla, lo único que le provoca es una aceleración de la maduración de los huesos, pero no lo hace más alto, y en algunos casos puede atrofiar el crecimiento y deformar el físico.
Y si el problema de bajo crecimiento en los adolescentes de 12 a 14 años es producto de un retardo en la maduración sexual causada por una disminución de sus hormonas sexuales, deben recibir tratamiento de estas, hasta que su desarrollo sea normal.
Otras opciones
Según el médico homeópata Fernando Redín González, existen dos opciones más para hacer crecer a una persona hasta los 16 años en caso de un desarrollo detenido sin causa aparente.
La primera es a base de terapia celular que consiste en una sola aplicación, cada seis meses durante un período mínimo de dos años, de cinco inyecciones intramusculares que contienen células de feto de oveja que estimulan el proceso de osteogénesis (formación de hueso) y a la hormona de crecimiento. Con esta terapia se ha logrado hacer crecer hasta 30 cm.
La segunda se trata de administrar en forma de inyecciones intramusculares una sustancia a base de oligoelementos, cobalto, manganeso, cinc y procaína. Son elementos que se encuentran en concentraciones muy bajas en el organismo y que estimulan la hormona del crecimiento y que actúa en el sistema nervioso. Se aplica una inyección cada quince días durante tres meses y después una mensual durante un año.