A pesar de la “curuchupada religiosa” que detecta Manuela Picq en la sociedad ecuatoriana, la académica siente que Ecuador es un país diverso donde hay “muchas maneras de ser”. Dice sentirse feliz viviendo en esta nación.

Expulsada del país en 2015 por el correísmo, volvió en 2018 para transitar de nuevo el panorama político: ha sido dos veces jefa de campaña de Yaku Pérez, ex candidato presidencial y pareja de Picq.

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Todavía tiene detractores políticos que la acusan de ser la “esposa de campaña” de Pérez o la señalan por hablar abiertamente de su sexualidad. Respondiendo las 35 preguntas de EL UNIVERSO, Picq revela las razones detrás del fracaso electoral de Pérez, su relación con las comunidades indígenas, el entorno violento de las últimas elecciones y su talón de Aquiles, entre otros aspectos de su vida.

1.- ¿Es verdad que solo aparece en la vida de Yaku cuando está en campaña?

Creo que eso es un ataque de los que quieren deslegitimar, de las dos derechas (ríe). Yo estoy mucho más discreta en la política, pero estoy muy presente en Ecuador en la universidad, que es un espacio político y de activismo (...). Tal vez la confusión viene de que solo ponemos nuestra relación de pareja en el ámbito político cuando es necesario, que es en épocas más electorales, tal vez. Me parece muy sano poder entrar y salir de la escena política y no estar todo el tiempo, primero, porque nos quema a nivel personal, y segundo, porque hay muchos liderazgos y hay que compartir el espacio.

2.- Alguna vez Guillaume Long le dijo que con qué autoridad usted podía hablar sobre comunidades indígenas siendo extranjera. ¿Es un reclamo común que le hacen?

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Solo por correístas en general (...). Guillaume Long probablemente me dijo eso cuando estaba en las Naciones Unidas. Yo estaba exiliada; estaba en Francia, cerca de la ONU, y era mucho más factible y barato que yo fuera a representar y hablar por la Ecuarunari y por demás defensores de los derechos humanos criminalizados a que fuera Yaku. Era una fortuna pagar las boletas y las visas y demás.

Hay que reconocer que la identidad indígena es una identidad política. Hay personas que no nacen en el territorio, pero se casan; uno se casa con un ecuatoriano y se hace ecuatoriano. Considero que tengo residencia ecuatoriana y quichua. Tengo un pasaporte quichua que usamos con Yaku en 2015, cuando él estaba en la Ecuarunari. No he sido adoptada solo por el Ecuador, sino también por los pueblos quichuas del Azuay y de Chimborazo.

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3.- ¿En qué momento decidió centrar tanto de su vida personal y profesional en las comunidades indígenas?

Tal vez cuando salí de la cárcel en el 2015 y que estuvieron afuera esperándome mis estudiantes, mis compañeras feministas, la Conaie, la Ecuarunari y lideresas indígenas que me acompañaban. Me recibieron con mucho cariño y solidaridad. Fue tal vez un rito de pasaje, lo que significa ser indígena: “Bueno, ahora ya sabes cómo es nuestra vida, de ser mandados a la cárcel y ser criminalizados”.

No me enfoco en lo indígena; me enfoco en lo político. La política indígena, especialmente en Ecuador y toda la región indígena, es muy moderna, es el futuro del mundo. El futuro será indígena y ancestral o no será, hablando del antropocenio y de la sexta extinción masiva, pero también de nuestra capacidad de pasar a Estados plurinacionales que tengan una justicia interespecies y que tengan una gobernanza basada en la libre determinación de los pueblos y los territorios.

4.- ¿Cómo se explican que Yaku haya perdido tantos votos en comparación con la elección del 2021?

En una semana (ríe). Hay muchos factores. También sentíamos el olor a sangre, a muerte, desde antes del asesinato de Agustín Intriago y hasta después del asesinato de Fernando Villavicencio, que eran personas muy de la línea de Yaku. Fue una campaña con mucho miedo, con amenazas constantes.

5.- ¿Influyó el debate?

Creo que por primera vez en la historia, el debate definió algo. Había casi un 50 % de indecisos el día del debate. En la semana posdebate se definió. La performance de Yaku en el debate fácilmente le sacó 10 puntos.

Eso es un factor. El otro es que había una división interna que subestimamos. La Conaie está aliada al correísmo de manera explícita ahora y no apoyó a Yaku. El correísmo, a través de la Conaie, logró dividir a Pachakutik y sacar al partido de la alianza oficial Claro que se Puede. Hubo una fractura dentro de la izquierda a pesar de esta alianza amplia que intentamos hacer que dividió el voto indígena.

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6.- ¿Y la inseguridad?

El tercer factor es este contexto de amenazas y asesinatos. Yaku tiene un perfil muy pacifista y ambientalista que está intentando transformar la matriz energética y la economía. Creo que el miedo impidió un debate más profundo sobre qué es la seguridad y cómo se llega a eso. Sus propuestas a nivel de seguridad tuvieron resonancia, pero se fueron desmantelando con el aumento de la violencia.

También fue una elección muy acelerada y muy corta, en la cual fue difícil reconstruir y expandir bases.

7.- ¿Recibió amenazas?

No directamente, pero sí tuvimos un asesinato a una cuadra de nosotros en el norte de Quito: un cuerpo cayó frente a uno de nuestro equipo. Hubo amenazas indirectas por teléfono, nada directamente a nosotros, pero ya andábamos con chaleco antibalas desde el asesinato de Agustín Intriago; estuvimos junto a él un par de horas antes de que fuera asesinado. Se sentía…, no sé cómo explicarlo, pero la muerte se siente cuando está en el aire, cuando están rondando. Hay señales, como dicen.

8.- ¿Lo más difícil de ser jefa de campaña?

Llevar una campaña como mujer es muy desafiante. Son espacios muy masculinos; no hay el hábito de un liderazgo femenino. Fue una campaña muy pobre. Recibimos fondos muy limitados. Gastamos $ 39.000 en pauta para nuestras redes oficiales. Es muy difícil combatir contra la maquinaria correísta, de Topic, que tenían miles, tal vez un millón de dólares para gastar en pautaje.

Éramos poca gente haciendo mucho trabajo en un tiempo muy corto. Fue una carrera contrarreloj y contra los recursos. Fue un reto muy grande.

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9.- ¿Sintió la presión del dicho machista ”Detrás de un gran hombre hay una gran mujer”?

Lo sentí todo el tiempo. Eso de que detrás del gran hombre hay una gran mujer y detrás de una gran mujer está ella misma. Parte del reto fue contratar mujeres en el equipo. Por suerte, mi mano derecha e izquierda eran mujeres; eso me ayudó muchísimo. Teníamos un buen equipo de trabajo que me respetaba y que coordinaba conmigo. Muchas personas, por machismo consciente o inconsciente, se olvidan de coordinar con una mujer. Otras veces, yo era vista solo como la pareja del candidato. Entonces, era doble trabajo coordinar la campaña y actuar como pareja.

10.- ¿Yaku se lanzará de nuevo?

No lo sé. La caída es dura, pero fue un contexto muy extremo. Él es muy conocido a nivel nacional y no me sorprendería que en un futuro haya un contexto político que requiera de su perfil y que suba de nuevo en este camino electoral. Por lo inmediato, él está más metido en el trabajo jurídico, en la defensa del territorio, la naturaleza y de defensores de la naturaleza criminalizados (...). Él tiene 30 años de lucha por la naturaleza y lo está siguiendo ahora, y creo que lo hace de manera exitosa.

11.- ¿Cree que se respetarán las consultas populares del Chocó Andino y el Yasuní?

Hay que meter mano. Las consultas del Chocó Andino y del Yasuní, como ya lo vimos con las declaraciones del presidente Lasso, no van a ser respetadas automáticamente. Va a haber más lucha social, política y jurídica detrás para que se haga realidad la no explotación del Yasuní.

Mientras haya economías extractivistas no se van a respetar las consultas. Estas son muy importantes, porque dan un apoyo popular a estas decisiones de protección de la biodiversidad y de las comunidades, pero siempre será una lucha con el Estado. Siempre que hay interés de por medio, el Gobierno de turno va a intentar manipular leyes y elecciones, descalificar sentencias que no le convienen para seguir vendiendo la naturaleza.

12.- ¿Diagnóstico de la izquierda ecuatoriana?

Es una izquierda particularmente en crisis, en parte por el correísmo, que se vendió como izquierda pero que de izquierda no tiene mucho, porque hizo muy poca redistribución. Hubo algunas políticas públicas de izquierda al inicio, pero pronto hubo privatización de puertos, de sistemas de telefonía celular, destrucción de la educación cultural bilingüe, destrucción de sindicatos. Entonces, hay una narrativa de izquierda, pero en la práctica no son de izquierda.

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13.- ¿Qué deja el correísmo?

El problema de este legado correísta es que ha desvalorizado y desacreditado a la izquierda. Entonces, la izquierda que queda vigente es una izquierda deslegitimada en los ojos sociales. Lo que más nos robó el correísmo en realidad es la esperanza de que la izquierda pueda realmente redistribuir. Terminamos con una izquierda que realmente es de derecha y una derecha oficial, y agendas muy neoliberales que han destrozado la sociedad ecuatoriana, al punto que los jóvenes no tienen trabajo ni educación y están migrando fuera del país. El narcotráfico se está tomando el país, en parte, porque la juventud está destrozada. Es difícil ver un futuro.

14.- ¿Cuál es su estatus migratorio actual?

Tenía una visa Mercosur. Ahora soy residente por el matrimonio ancestral (con Yaku Pérez), que al fin fue reconocido gracias a la presión de las Naciones Unidas. Desde marzo de este año ya tengo una visa de residente.

15.- ¿Cómo divide su tiempo?

Fui expulsada del Ecuador por Rafael Correa, y desde que me dejaron volver en 2018 mantuve una parte de mi trabajo en Estados Unidos, por si acaso vuelva el correísmo y me pase algo de nuevo. Doy un semestre de clases en la Universidad San Francisco de Quito y un semestre en Amherst College, en Massachusetts. Por lo general, doy de septiembre a diciembre en Estados Unidos, y de enero a mayo estoy en Ecuador. Este año, por las elecciones, cancelé mi semestre de clases y estaré en Ecuador hasta diciembre.

Foto: Juan Riera

16.- ¿En qué consiste un matrimonio ancestral?

Hay muchos matrimonios ancestrales, en parte porque a los pueblos indígenas les prohibieron casarse por la Iglesia blanca del Estado. Se mantuvieron muchas instituciones indígenas, incluyendo el matrimonio. No es un tema muy publicitado en el sentido de que se hace la ceremonia ancestral indígena de forma cultural y luego se inscribe el matrimonio civil. El tema es que, cuando yo fui expulsada del país y me revocaron mi visa del día de la mañana, tuvimos que invocar nuestro matrimonio ancestral con Yaku, que ya tenía un par de años y que no había sido público ni una gran fiesta. Fue algo muy sencillo en las lagunas de Quimsacocha, territorio que ahora defendemos.

Tuvimos que invocarlo para pedir una visa de amparo familiar, que nos fue negada. A partir de ahí empieza una lucha por el reconocimiento del matrimonio ancestral: la familia indígena debería tener los mismos derechos que la familia no indígena, en este caso, en temas de visa migratoria, para que no haya separación familiar forzada.

Fue una lucha jurídica desde el 2015 hasta mayo de 2022. El día de mi cumpleaños, el 4 de mayo de 2022, sale la sentencia del Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial (CERD) diciéndole al Gobierno del Ecuador que tiene que inscribir el matrimonio ancestral. Entonces se creó una nueva figura jurídica que aún no está en la ley, pero hay un proyecto de reforma del Registro Civil; dentro de este proyecto está la figura del matrimonio ancestral.

17.- ¿Qué diferencia hay entre un matrimonio ancestral y uno tradicional?

Una diferencia principal a nivel patriarcal es que la mujer en el sistema patriarcal tradicional es propiedad del hombre y tiene que obedecer al hombre, que es su dueño. En el sistema indígena, la mujer no es propiedad. Además, cuando la pareja se casa en el Registro Civil hay unión de bienes por defecto, a menos que hagas una separación de bienes previa, el default de la unión de bienes. En el matrimonio indígena no hay eso: si te casas, tus propiedades siguen siendo tuyas; nadie puede venderlas a tus espaldas. Hay una autonomía patrimonial para las mujeres que es muy importante en el matrimonio indígena.

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18.- ¿Ha bailado alguna vez el Zapateando Juyayay?

Demasiadas veces. Ya perdí la cuenta.

19.- ¿Cómo definiría su sentido de la moda?

Como un espacio de activismo político y de memoria.

20.- ¿Qué significa lo que lleva puesto?

Vestirse es hacer un statement. Esta indumentaria maya cachiquel que utilizo es una manera de sentirme acompañada por las compañeras de allá. Es una manera de establecer pertenencia, de activismo político, de celebración, de honrar a estas mujeres.

21.- ¿Qué la hace sonrojar?

Las preguntas más íntimas (ríe).

22.- ¿Ecuador es un país curuchupa?

Profundamente. A la vez, es un país que permite maneras de ser que no necesariamente encuentra uno en Estados Unidos o en Europa. Es un país curuchupa pero que tiene pueblos indígenas, afros. Hay una tolerancia inconsciente de muchas diferencias, a pesar de toda la curuchupada religiosa, conservadora sobre las actitudes sexuales y los modos de hacer familia, pero a la vez hay muchas maneras de ser en Ecuador que son vividas. Yo soy muy feliz en Ecuador.

23.- ¿Quién es el señor de su foto de Instagram, el que le dio flores?

Es un amigo de Afganistán. Vino a una conferencia realizada en Quito. Es uno de mis colaboradores; estamos escribiendo un libro en el cual él tiene un capítulo. Es una persona con la cual estoy frecuentemente en conferencias. Era inesperado que venga a una conferencia en Ecuador. Era una conferencia de la revista feminista internacional de la Flacso. Vino a cenar a la casa y me trajo flores como buen afgani (sic). Ahí tomamos esa foto. Es una persona muy queer, que se vistió de todas las formas imaginables en Quito. Justamente me decía: “Quito es igualito a Kabul. Me fascina la geografía, las luces. ¡Qué libertad caminar en Quito sin que nadie me juzgue! Me puedo vestir como me dé la gana”.

Con él conversaba de la libertad de ser en Ecuador. A los dos días que publico la foto sale todo el escándalo de que le reemplacé al Yaku, y me dijo: “¡Ay, qué fantástico que me quedé famoso en Ecuador!” (ríe).

24.- ¿Cuál es su talón de Aquiles?

La violencia machista me saca de quicio, me irrita profundamente. Intento mantener la calma, pero de vez en cuando exploto. El no reconocimiento; eso es un acumulado. Ya tengo 46 años y son 46 años en los cuales el trabajo de uno, los logros de una, la solidaridad que una da a individuos y a la sociedad muchas veces no son reconocidos. Eso cansa.

25.- ¿En qué cosas difiere de Yaku?

En muchas, como la importancia del placer. El placer es un tema muy tabú en Ecuador, pero en la práctica se practica bastante: el salir a bailar, a chupar, el domingo comer en familia; esto de dejar el trabajo y dedicarse al placer de comer, de escuchar, de quedarse changado con la ñaña mirando tele.

Yaku siempre está trabajando. No hay mucho espacio para leer poesía, para ir al cine, para hacerlo bailar. Esa es una de las discrepancias.

26.- ¿Tiene arrepentimientos?

Tengo muchos. El tema es decir qué cambiaría. Tal vez dar más espacio al amor y a las relaciones amorosas que entran a la vida de una. Dar más espacio a la familia y menos a la política.

27.- ¿Qué piensa del término primera dama?

Horrible. Parte del reto, si ganaba Yaku, era reinventar ese puesto. Primero, no dejar de trabajar, seguir con mi vida académica. Seguir con la vida profesional de uno es algo valorizante, no un error. Las mujeres, cuando tomamos decisiones para nosotras en nuestros campos profesionales, muchas veces son vistas como errores.

Creo que es un legado occidental patriarcal de la mujer a través del hombre que tiene que ser rediseñado de manera colectiva, transformando los roles de las mujeres, no solo en Carondelet, sino en toda la sociedad.

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28.- ¿Cree que la academia está alejada de las realidades de las personas?

Sí y no. Está alejada porque es un espacio teórico aislado y protegido para la generación de saberes, lo cual es bueno por un lado, porque a veces se olvidan de escuchar las experiencias en territorio (…). Tal vez la regla de oro de la academia siempre será caminar de la mano con las comunidades políticas, indígenas, feministas, adolescentes, siempre enfrentándose a la realidad para poder rediseñarse en su ámbito teórico y contribuir a la realidad.

29.- ¿Puede funcionar bien un movimiento sin la academia?

Un movimiento social sin una base teórica y sin un horizonte académico tampoco sabe hacia dónde avanza. El uno y el otro se nutren. Nuestras ideas siempre tienen que estar junto con nuestros cuerpos.

30.- ¿Qué pasatiempos tiene?

Parapente; hago parapente desde los 15 años. Hago yoga casi todas las mañanas. Mucho tiempo hice andinismo, aunque ahora estoy un poco jubilada.

31.- ¿Cuál fue la última canción que escuchó?

Pasos, de Malena Muyala.

32.- ¿Canción favorita?

Depende de la época. Ahora es Volta pro cima, de Beth Carvalho, samba brasileña.

33.- ¿Artista con la que más se identifique?

Buika, la cantante.

34.- Si pudiera ver su vida de inicio a fin, incluyendo su futuro, ¿cambiaría algo?

Cambiaría cosas. El problema de cambiar es que no sabes cuál será el resultado. Por suerte, no podemos cambiar nuestras vidas. Cambiaría la última vez que le grité al Yaku. Cambiaría cómo coordiné la campaña (...). Cambiaría todas las cosas que no han funcionado.

35.- ¿Qué sigue para Manuela Picq?

Ahora estoy escribiendo dos libros. Uno de ellos es un memoir de mi vida en Ecuador. El primer capítulo es el Yaku y yo teniendo sexo en un hotel de a perros en Lima cuando estaba expulsada. Va a tener muchos capítulos de mis experiencias viviendo en Ecuador. En eso quiero enfocarme en los próximos dos meses. También un par de proyectos más sobre la importancia de la identidad indígena como categoría política en las relaciones internacionales. (I)