El mismo día que se conmemoraban 87 años de profesionalización de la Policía Nacional y 179 años de institucionalización de la entidad, el pasado domingo 2 de marzo, los uniformados despedían al cabo segundo de Policía Bolívar Orlando Rosales, uno de sus hombres que murió mientras enfrentaba a delincuentes en Esmeraldas.
Lo que debía ser una fecha de celebración para los policías que llevan con honor el uniforme se convirtió en dolor. Un día antes, en el cumplimiento de su labor, cayó un compañero que tenía ocho años en la institución.
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Al menos trece miembros de la Policía Nacional han fallecido de forma violenta en lo que va de 2025. Los grupos de delincuencia organizada (GDO) también atentan contra la vida de quienes decidieron como profesión dar seguridad a la ciudadanía y velar por el orden público.
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En una publicación en la red social Facebook la Policía Nacional del Ecuador destaca: “Rendimos un justo homenaje a las Damas y Caballeros de la Paz que, con valor, disciplina y lealtad, dedican su vida para precautelar la seguridad y la paz en nuestro país”.
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Es justo el homenaje, pero también es una fecha para recordar que según datos del Ministerio del Interior, entre el 2014 y febrero del 2025 han sido asesinados 94 policías y esto no puede convertirse en una cifra estadística más. La vida de un uniformado es tan valiosa como las de todos los ciudadanos del país.
Así como para todos los civiles víctimas de la violencia criminal debe haber justicia, también debe existir para los uniformados que defendiendo la paz del Ecuador han sido asesinados.
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“Cuando la vida de un policía se apaga, no solo pierde su familia o la institución, pierde el país...”, consta al final de la nota de prensa en la que la Policía informó de la muerte del cabo Rosales. Por él y por todos los ciudadanos honestos las autoridades de Gobierno y de justicia están obligadas a no bajar la guardia y fortalecer la lucha contra una delincuencia a la que hay que parar con urgencia. (O)