En 2018 el periodista Andrés Oppenheimer presentó el libro Sálvese quien pueda. Lo escribió luego de conocer un estudio de la Universidad de Oxford, según el cual el 47 % de los empleos de Estados Unidos estaban en riesgo de ser tomados por robots en la década siguiente, es decir, la que la humanidad está viviendo.

No es un tema exclusivo de un país y más allá de los robots tiene relación directa con la tecnología. Un desafío para la academia, el Estado y la industria es evitar el mayor desempleo cubriendo el déficit de mano de obra calificada y de que quienes teniendo carreras tradicionales se vuelquen al aprendizaje de las nuevas ramas que exige la actualidad.

No son profesiones del futuro, son presente. El Consejo de Educación Superior (CES) de Ecuador aprobó en 2023 un total de 79 carreras universitarias ligadas a la tecnología. En esa ruta la academia sigue explorando intereses y necesidades.

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En un reportaje elaborado por un equipo de este Diario se detallan las dificultades de la industria para hallar personal especializado en el desarrollo de software , donde hay un déficit de 9.000 programadores y el costo hora de trabajo puede llegar hasta los 50 dólares a nivel local.

Si bien buena parte de las labores que antes desarrollaban las personas han sido suplidas con robots y tecnología, esta sigue requiriendo de control y servicio humano, que debe capacitarse para ello y para los cambios que seguirán presentándose. La evolución es inminente, lo que obliga al Estado y a los ciudadanos a embarcarse en los procesos.

En la era de la automatización el sugestivo título ‘Sálvese quien pueda’ anticipa lo que sus páginas detallan: capacitarse, prepararse, modernizar las carreras y reinventarse en un oficio es lo mejor que se puede hacer.

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En este punto del camino el trabajo colaborativo de la industria, el Gobierno y la academia contribuirá para determinar con certeza las necesidades educativas y de producción para mejorar el presente y el futuro laboral. (O)