No es una cumbre de jefes de Estado, pero se prevé que cinco presidentes, entre ellos el de Ecuador, Daniel Noboa, y un centenar de ministros de medioambiente se sumen al segmento de alto nivel de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad (COP16), en Cali, Colombia.
Los datos que se han revelado en la cita son alarmantes, así como la situación que por el cambio climático se evidencia en diversas naciones, por lo que las conclusiones y acuerdos que adopten los países hasta el 1 de noviembre –cuando termina el encuentro– serán determinantes.
Y determinante es la aspiración de la ciudadanía: el cambio climático obliga a acciones. Las decisiones deben ser firmes, enérgicas, para que foros como estos cumplan realmente su cometido.
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La actualización de la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) revela que el 38 % de los árboles del mundo está en peligro de extinción; al menos 16.425 de las 47.282 especies evaluadas tienen esa condición.
En el informe, presentado en la COP16, Eimear Nic Lughadha, investigadora principal de evaluación y análisis de la conservación en los Reales Jardines Botánicos Kew, en Inglaterra, anotó que esperan “que esta aterradora estadística de uno de cada tres árboles en peligro de extinción incentive una acción urgente y se utilice para guiar los planes de conservación”.
Greenpeace, por su parte, exige compromisos para cerrar la brecha de financiación para la naturaleza y garantizar “el acceso directo a los fondos para los pueblos indígenas y comunidades locales”. Se refiere a las etnias guardianes de la naturaleza, como las que en Ecuador cumplen esa función en la Amazonía.
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El trabajo de protección de la biodiversidad, los océanos y los bosques es imprescindible. Seguir explotando los recursos naturales sin control va a pasar factura, por ello los jefes de Estado no pueden ni deben esperar más para tomar decisiones y comprometerse en un tema que es presente, pero también futuro. (O)