La democracia puede ser afectada por la cultura del miedo. Los políticos lo saben, sin embargo es una herramienta a la que acceden sin pesar alguno. Marc Crépon, en el libro La cultura del miedo 1, asegura que ningún discurso político se puede resistir al desarrollo exponencial de una cultura del miedo.

En periodos electorales en Ecuador se propagan y hasta se inflan causales y advertencias con el afán de obtener un voto instaurando la cultura del miedo. Desde inicios del siglo XXI se han utilizado como recursos para generar temor la dolarización, el subsidio al gas, el Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social, la jubilación, la prepotencia de tal o cual candidato, el autoritarismo, el riesgo de la democracia acusándose de dictadores entre actores políticos. Y, lamentablemente, en la lista también está la inseguridad, que debería ser un problema que una a los ecuatorianos para trabajar juntos contra los grupos de delincuencia organizada (GDO).

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Es el camino sencillo que se halla en la política para manipular la opinión de la sociedad a favor de los intereses de uno u otro grupo político.

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“El miedo ha sido politizado hasta un punto en que el debate ya no es si debemos o no estar asustados, sino de qué o de quiénes hemos de asustarnos”, anota un ensayo escrito por Amanda Estévez Strancari, estudiante 2023 de la Universidad de La Laguna, de España.

Dos lecciones

Estar alerta a las repeticiones sin fundamentos y entender la cultura del miedo para detectar su uso político, de manera que el pánico no se apodere de las comunidades, es determinante. Para ello, la educación en valores es fundamental. Pedir a los actores políticos que se comprometan en esto es casi ocioso, pero es una obligación hacerles el llamado para que no insistan en enfermar a la sociedad.

Claro que hay problemas sociales que deben tratarse y que naturalmente asustan a los individuos, el tema es no exagerar en las narrativas para lograr una reacción colectiva en busca de soluciones y no el pánico generalizado. (O)