La justicia no debe tener piedad con los asesinos de Agustín Intriago, reclamaba el lunes Rosita Saldarriaga, la esposa del alcalde de Manta, uno de los principales puertos del Ecuador. Él conversaba con la futbolista Ariana Estefanía Chancay, el domingo pasado, en un recorrido de obras cuando fue atacado a bala. Ambos murieron en manos de los sicarios.
La delincuencia no tiene piedad. Rosita Saldarriaga lo declaró con rabia, con un dolor indescriptible, pero también con valentía para desafiar a las autoridades a hacer justicia y a los facinerosos a enterarse de que no hay conformidad en los familiares de sus víctimas. El país no puede resignarse ni autocompadecerse.
No se oculta que hay temor. Lo demostraron visitantes del Malecón Simón Bolívar que un día de feriado se escondieron presurosos ante el ruido de tubos de escape de motos que se confundió con disparos. Por el pánico también hay rabia de la que habló Rosita, pues se ha perdido la libertad hasta de un paseo familiar.
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Detrás de los padres y maestros protegiendo a niños de las balas en Esmeraldas está el Ecuador con el que los delincuentes no tienen piedad. Ni siquiera la tienen entre ellos mismos: las cárceles se volvieron a convertir en infierno desde el fin de semana y en la Penitenciaría del Litoral se contaban ayer 31 reos asesinados. En las prisiones de Cotopaxi, Azogues, Loja, Chimborazo, Tungurahua y Pichincha había huelga de hambre, toma de rehenes en UPC y un policía secuestrado y amenazado con arma y granada.
Los malhechores que prendieron fuego a un bus lleno de pasajeros ayer en Guayaquil no tienen piedad ni la merecen. Tampoco los que lanzan explosivos a casas y entidades públicas sin importarles si matan niños, adultos o ancianos.
Los lamentos y justificaciones políticas en las condiciones actuales se vuelven una falta de respeto con la sociedad que ya no acepta más mediocridad en la acción, que tiene rabia, dolor, que quiere justicia, no venganza, solo justicia firme para no seguir viviendo en un país donde la frase sin piedad está muy presente. (O)