Definida en el diccionario como acción de gran esfuerzo y valor, la palabra hazaña describe lo que significa para unos conductores ponerse al volante en Guayaquil, frente a otros conductores que convierten las vías en pistas de carreras, donde el irrespeto a las señales de tránsito y a la vida parece ser una actividad que se potencia día a día.
En el 2022, de enero a noviembre, hubo 19.742 siniestros en las rutas del Ecuador, según datos de la Agencia Nacional de Tránsito. A nivel local, la Agencia de Transito Municipal registró 159 accidentes en Guayaquil solo del 30 de diciembre pasado al 2 de enero de 2023, con 44 heridos y 3 fallecidos como resultado.
Las estadísticas parecen ser indiferentes para los conductores que circulan a velocidades excesivas, invaden carriles o cambian bruscamente de uno a otro sin siquiera encender las guías direccionales. Se observa también rebasar por la derecha y a vehículos livianos cruzar en zigzag para evadir el tráfico o simplemente adelantarse a alta velocidad.
Es una hazaña salir con el vehículo ileso, sobre todo en horas pico. Reclamar control de tránsito es válido, pero está en los ciudadanos cumplir con normas y leyes, no solo porque puedan significar sanciones sino por seguridad, por el respeto que entre ciudadanos nos debemos, porque una salida no se convierta en motivo de estrés y que conducir no llegue a ser una tortura.
Todo fluiría mejor si se circulara con tiempo, si no hubiera quienes aceleran cuando llega la luz roja al semáforo, si no se cruzan el disco pare o se obstruyen las intersecciones.
La urbanidad también se aplica frente al volante. Si todos los ciudadanos nos comprometiéramos, tendríamos que lamentar menos muertes –solo el año pasado hubo 1.999 por accidentes de tránsito–, gastaríamos menos en reparaciones de vehículos, se usarían menos los seguros y conducir no sería una tortura despiadada que lleva hasta el estrés a algunos y a otros a un doloroso luto. (O)