Hate. Esta palabra que traducida al español significa odiar, se escucha con frecuencia entre los asiduos usuarios del mundo digital. En las estructuras sociales ya se evidencian sus efectos, el límite entre la virtualidad y la vida real se ha desdibujado.

Es un tema del que se debe hablar, debatir, analizar académicamente incluso en materia de salud mental. ¿Cuántas personas abandonaron cuentas que iniciaron como un medio de contacto con amigos o información para evitar ser testigos de bullying cibernético, discriminación y exclusión o peor aún ser víctimas de quienes ni siquiera conocen y se escudan en el anonimato para atacar a quienes no comulgan o secundan sus ‘ideas’ o ‘posturas’.

Utilidad viral

Liderazgo y jazz

Hace dos semanas, el futbolista colombiano Brandon Andrés Caicedo, del Deportes Quindío, fue atacado con un arma blanca por supuestos barristas del club que lo insultaron por el mal momento que vive el equipo. El club decidió jugar a puerta cerrada la fecha del domingo por los mensajes de odio y hasta amenazas de muerte que en redes sociales recibe la plantilla. En Ecuador, la campaña política iniciada ayer, el mismo día del debate presidencial, alerta del contenido que ya se observa.

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Si bien la internet es una vitrina para exponer el ejercicio político y las denuncias sociales y de servicios han generado efectos positivos, el discurso de odio merece atención para evitar que se imponga frente a lo positivo de la virtualidad.

En época electoral, los actores principales, los candidatos, deberían ser los primeros en defender este espacio como un sitio para exponer ideas, para difundir sus planes. Ricardo Bucio Mujica, politólogo mexicano y expresidente del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación, habla de un encuentro entre el mundo digital y el real, “donde el ejercicio de la libertad de expresión no debería contaminarse con expresiones de exclusión, pues el discurso de odio daña la convivencia democrática”.

La estructura social se protege también analizando y reflexionando sobre lo que se comparte en la virtualidad. (O)