La próxima semana, concretamente el 23 de los corrientes, se producirá el equinoccio de primavera en el hemisferio sur. En esa misma fecha, el año de 1830, se expidió la Constitución de Riobamba. Fue el alumbramiento del Estado del Ecuador. Vamos cerca del bicentenario de este país que, entre otras aberraciones, se niega a celebrar su cumpleaños. Adelanté el festejo concurriendo al reloj solar Quitsato, ubicado en la parroquia Guachalá del cantón Cayambe. El promotor de este centro astronómico y cultural, el ecuatorialista Cristóbal Cobo, me demuestra que una georreferencia satelital permite establecer con precisión milimétrica que ese componente geográfico, histórico y cultural de la nacionalidad, la línea ecuatorial, cruza diametralmente una torre cilíndrica, así el día del equinoccio al mediodía, el sol parece situado justamente en la claraboya superior. En el complejo museístico Quitsato se pueden conocer muchos detalles de lo equinoccial y su trascendencia. Completa la experiencia un jardín botánico de ágaves y cactus, plantas de hojas carnosas, resistentes a la sequedad, de algunas de las cuales se extrae zumo con el que se fabrican licores y dulces en el proyecto paralelo Misky Warmi, con mujeres de la zona.
Se oye el equivocado concepto de “línea imaginaria” para calificar a la línea equinoccial. “Ingeniosidad” que aúna un grueso error epistemológico con la tendencia a ningunearnos que tenemos los ecuatorianos. Creemos que somos tan poca cosa que ni siquiera tenemos nombre. ¿Qué es algo “imaginario”? Algo que solo existe en la imaginación, apenas leer esta definición del diccionario salta el error. La línea equinoccial, el ecuador del planeta, no está “solo en la imaginación”, está en el lugar que la ciencia determina, en cinco provincias ecuatorianas, trece países y tres océanos. Si algo “está” en muchos, pero determinados, lugares no “está en la imaginación”. Este país es ferozmente impactado por la realidad de esa línea que impone un clima y una temporalidad que crean nuestros ecosistemas biodiversos, con su rica naturaleza y su belleza. También el carácter de este pueblo se conforma por influencia equinoccial, con virtudes y defectos.
Merece contrastarse la línea equinoccial, que es el paralelo 0 de latitud, con el meridiano de Greenwich, 0 de longitud. Este tampoco es imaginario, está en el lugar que decidió, sin razón científica, una conferencia internacional. Es real, pero es arbitrario, podría estar en otra parte. La ubicación de línea equinoccial no la decidió ninguna persona o entidad, sino que la señalan las mensuras geográficas y la confirman las trayectorias de los astros. Hay importantes indicios del conocimiento que tenían los pobladores originarios del Ecuador de la ubicación precisa de la línea. Hay quienes dicen que mal podían buscar la mitad del mundo si no tenían una concepción integral del planeta. Tienen razón, pero no buscaban el centro de la Tierra, sino el del cielo, pues el ecuador terrestre se corresponde con el ecuador celestial y este sí lo podían determinar. Y necesitaban hacerlo para poder predecir los ciclos climáticos, conocimiento indispensable para mantener su economía agrícola. (O)