Por si no lo ha notado, le cuento que en el primer mundo se ha desatado una nueva “guerra”. Y esta, como es apenas lógico en los tiempos que vivimos, ha impulsado también su faceta bélica digital, con avalanchas de contenido y seudo-contenido que buscan acercarse a los protagonistas de los combates, algunas veces con información útil, y otras, con un ya cada vez menos escondido ánimo de manipular.

Me refiero a la “guerra” por los huevos. Esos que por millones dejaron de poner también millones de gallinas que han sido sacrificadas por el más reciente brote de gripe aviar. Escasez que ha sido muy grave para millones de hogares de los Estados Unidos donde, sobra explicarlo, los huevos son el elemento fundamental del desayuno. Fritos, revueltos, hervidos, en tortilla y más recientemente pochados, parecerían ser, en el comportamiento humano, un antecesor de la internet: puede faltar de todo, menos eso.

Y la otra “guerra”, la digital a la que me refiero también, ha reclutado tras su pantalla a hordas de desesperados jefes y jefas de hogar que con angustia buscan dónde abastecerse de huevos cada día y cuál de los megasupermercados los ofrece al mejor precio: según las autoridades, el promedio de costo de una caja de 12 huevos ha llegado a los cinco dólares (casi el triple que por acá), aunque hay versiones online de lugares donde se los vende a razón de un dólar por huevo (como seis veces uno puesto por nuestras gallinas).

La crisis, dicen los numerólogos, es una oportunidad. Y así la están aprovechando los “creadores de contenido” que han hecho ahora de los huevos su bandera de lucha. Pero de lucha por volverse virales y pasar por encima de sus rivales con esas audiencias desesperadas por completar el desayuno. Te explican como guardarlos “hasta por un año” y te ayudan a buscar otros culpables, más allá de las ofrendadas gallinas, en las típicas teorías del complot.

“Magda” es una de esas “creadoras” que crecen como la espuma en redes. Le ha contado a la prensa que, desde 2012 que viene bregando por aparecer en el radar, no había tenido el impulso que le da ahora la escasez de huevos. ¿Qué se inventó? Algo que bien podría llamarse el huevómetro: una hoja de Excel (sí, ¡de Excel en tiempos de IA!) en la cual cada día va actualizando la existencia del producto en las bodegas de los principales supermercados y la fluctuación de los precios. Información útil (¡al fin!) para desesperados padres que ajustan sus finanzas pero tienen angustiado a ese niño que espera su omelet por las mañanas.

Lo que ocurre en este tema es una radiografía del rol social de las redes digitales. Que de una vez por todas sirvan para algo, más allá de crecer en la ola de alguna polémica, o defendiendo con violencia los intereses de alguien.

Que en la fase final de su aterrizaje social, la internet se depure y las audiencias estén también terminando de pulir su escáner mental, que permita detectar fácilmente al que miente, del que no lo hace; al que busca viralidad pisoteando a quien sea, del que por tener acreditados conocimientos, está en capacidad de avanzar. Y aprovechen, repito, que actualmente puede faltar de todo, menos internet. (O)